Tan solo habían transcurrido 13 minutos del primer gran duelo del curso en la Premier, entre el Arsenal y el Liverpool, saldado con un triunfo (0-2) de los reds después de 90 minutos de alto voltaje. El zaguero Koscielny, roto, se arrodilló y golpeó con insistencia el tapete del Emirates antes de abandonarlo. El técnico Arsène Wenger se revolvió en la banqueta y dio la orden. Sin tiempo para asimilar su estreno, el joven Ignasi Miquel (Barcelona, 1992), central del equipo reserva, se despojó del peto, ajustó los cordones de sus botas y saltó al campo con el 49 a la espalda. Una camiseta que guardará como oro en paño, la de su debut en la Liga inglesa con 18 años, pero que, sin embargo, recoge una sensación agridulce. No tuvo fortuna el español, que después de cincuenta minutos extraordinarios y una lección de aplomo saboreó un trago amargo cuando un despeje suyo originó el primer gol y sembró el triunfo de los de Anfield.
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Un debut desgraciado