*“La literatura y la vida no son dos dimensiones sino una sola”, expresó el autor.
«Me trajo hasta aquí los rostros de la gente, las caras, la ciudad. Ésta es una ciudad que adoro, una ciudad que me saca las lágrimas, me pone de buen humor, una ciudad que todo el rato está en bronca.
Me trajo hasta aquí la clara conciencia de que la literatura y la vida no son dos dimensiones sino una sola, que es la vida. Y que la vida está ahí para vivirse y para contarse y cuando la cuentas logras que otros la vivan y gracias a poder contar y escribir y leer podemos vivir más vidas de una, imagínense que aburrido vivir una sola vida».
Fueron las palabras del escritor Paco Ignacio Taibo II este martes en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, donde recibió un homenaje por su trayectoria literaria.
Acompañado por Elena Poniatowska quien lo entrevistó durante la jornada y por Fabrizio Mejía Madrid, Taibo advirtió que la idea de un homenaje no le gusta: «es algo que se le hace a los muertos, tengo 62 años, parezco de 50 y voy a vivir 120…».
Así, explicó, se planteó una serie de preguntas acerca de qué es lo que lo llevó al recinto. Éstas fueron algunas de sus respuestas: “me trajeron muchas: una lectura a los cinco años de Robin Hood que me demostró que andar por los bosques de Sherwood vestido ridículamente con una plumita en la cabeza y robándole a los ricos es la manera correcta de vivir; me trajo las lecturas de El Conde de Montecristo; vine tomado de la mano hasta aquí con los manifestantes de la huelga de Pfizer en momentos terribles de una enorme tensión; me trajo hasta aquí la lectura de John dos Passos, cuando descubrí que todo era posible en la literatura, que no había límites…
“Me trajo hasta aquí mi padre, fiel amigo y compañero; las comidas de mi madre, sin duda sin esa gasolina mi vida no funciona, me enseñó a comer bien y mucho, lo que me permite trabajar mucho…
Me trajo hasta aquí la lectura de Sin novedad en el frente, de Remarque, uno de los libros más tristes que he leído en mi vida… la lectura de Moby Dick y sobre todo de Verne, del Capitán Memo, diciendo no hay viaje imposible.
Me trajo hasta aquí una manera de leer continua obsesiva y una manera de escribir también continua, obsesiva y un país que se niega a dejarse vencer. Si algo admiro es la capacidad de resistencia de los mexicanos.
Me trajo hasta aquí una legión inmensa de amigos y compañeros por los que tengo un enorme cariño y enorme respeto”.
Ingenioso, divertido, interesante, irreverente, un personaje dotado de carisma como pocos y de una inmensa capacidad de trabajo, Taibo recibió de manos de la coordinadora de Literatura del INBA, Stasia de la Garza, un diploma.
Mientras que de Elena Poniatowska varias preguntas. Elenita, comentó que quiere mucho a Paco Ignacio Taibo I «porque él siempre anda en la calle con la gente, pertenece a la gente. Es el escritor mexicano más leído, tiene una cantidad de ejemplares y de traducciones absolutamente superior a cualquier best seller».
A Elena, Paco, autor de Cosa fácil, Sombra de la Sombra y Algunas nubes, entre 50 títulos, le respondió, entre muchas ideas, que él no es un excelente orador porque esa palabra tiene resabios negativos en su vida: «oradores eran los que decían cosas en las que no creían y la oratoria suplía la verdad… y hablo muy rápido porque pienso muy rápido.
No porque me hayan quedado resabios de tendero español, que no sólo hablan muy rápido sino que además farfullan, por eso a las películas españolas en México hay que ponerles subtítulos…».
Fabrizio Mejía Madrid se refirió al tema “taibiano”, que siempre será el héroe: «Cuando pienso en Paco Taibo siempre recuerdo al héroe. Sea el detective Belascoarán Shayne o el Ché Guevara, o el mismo Paco- que también es un personaje- haciendo la crónica de la huelga de Refrescos Pascual, adentrado en los archivos para tratar de encontrar la izquierda mexicana o, de perdida, a los que decimos ser buenos nomás por capricho».
«En el universo taibiano no hay victorias ni derrotas. No hay desilusión ni esperanza, sólo una absoluta libertad. Un deseo tan fuerte que abarca hasta el deseo de que los demás no sufran. Parafraseando a Albert Camus cuando escribió sobre Sísifo, hay que imaginar a Belascoarán, a Villa y al Ché Guevara felices».