*Para la profesora de la 2 de Octubre, los docentes brindan opciones de solución; las y los alumnos son quienes deciden
Sentimos y respondemos por medio del cerebro, pero este reacciona ante el influjo de una diversidad y combinación de factores, entre los cuales, como en la “química del amor”, encontramos uno de los neurotransmisores más importantes relacionados con el aprendizaje y el surgimiento de la curiosidad: la dopamina. Por supuesto, la vinculación en el plano emocional es fundamental.
La mayoría de los #DocentesQueInspiran del nivel medio superior de nuestra Universidad que nos han compartido su experiencia, siempre han destacado algo en común. Esta vez no fue la excepción. La profesora de la 2 de Octubre de 1968, Martha Angélica Acata Velázquez, quien se reconoce como una alumna y docente “hecha BUAP”, egresada de la preparatoria Lázaro Cárdenas, nos remarca:
“Diría la canción, lo que este mundo necesita es amor, lo que necesitan nuestros alumnos es atención, amor y motivación. Como docentes cumplimos una labor más grande que sólo ser facilitadores de conocimientos: somos guías.”
Y cómo no saberlo, si desde que fue alumna de esta Casa de Estudios en su juventud tuvo dos grandes maestros de Química: María Trinidad y Raúl Márquez, con este último debió asistir a clase los sábados, pues era el día en que podía compartir su sabiduría entre teoría y práctica.
“Nos hizo conocer la Química con todos los sentidos, a través del descubrimiento, de los experimentos”.
Así, tras el enamoramiento de la ciencia, sabiéndose buena en Física, Química y Matemáticas, decidió no seguir con la tradición familiar de estudiar Contaduría y dirigió su pasión hacia la Ingeniería Química.
Con el paso de los años, afianzó su amor por dar clases y dio con la fórmula correcta: “Los docentes no sólo somos docentes, somos motivadores. También somos quienes brindamos las opciones de solución, las y los alumnos son quienes deciden”.
Entonces, si hay química en el saber, como en el amor, y nos podemos enamorar a cualquier edad, es en el nivel medio superior donde es más propicio captar la atención de las y los estudiantes, pues es ahí en donde inician sus decisiones formales, donde se preguntan: ¿Qué carrera voy a estudiar?
“Si los logras enamorar de la ciencia, ya lograste mucho, seguramente habrá un posible científico, biólogo, físico…”
Siempre muy cercana a la vida de sus alumnas y alumnos, quienes lo serán por siempre, reconoce que todas las generaciones, aunque con sus diversas características, buscan lo mismo: que alguien las escuche, conviva con ellas, se integre a ellas.
Por eso, esta pandemia ha sido para ella un reto, pues desde su academia buscan cubrir todo el perfil, “por eso nos adaptamos dentro de la virtualidad con simuladores, con videos de experimentos, y si bien estas generaciones están ya muy adecuadas a lo visual a través de pantallas, se extraña lo presencial”.
Como buena profesora, dice orgullosa de las y los estudiantes de su preparatoria, la 2 de Octubre: “Somos buenos para todo. Pues tengo experiencia en otras prepas de la BUAP, y en cada una se distinguen por algo. En donde estoy ahora son muy buenos para abrir el debate, noto una gran apertura de pensamiento y uno muy crítico. Por eso con los alumnos que ya llegan con más conocimientos que la generalidad, hay que apoyarnos, no hacerlos a un lado”
Lo mismo relata con la tecnología, es una aliada, pues suma a su propuesta de Aula Invertida, donde como tarea deja a los alumnos ver videos o leer, tomar notas y, así, durante la sesión virtual aprovechan para realizar varios ejercicios y consolidar el conocimiento.
Además de destacar en el aula, Martha extiende su amor por la Química en otro quehacer, pertenece al grupo de divulgadores “¿Qué con la ciencia?”, ya que sus lazos con niños y jóvenes es notorio y en aras de formar una observación más aguda y perspicaz, a través de talleres prácticos comparte tanto en el ámbito rural, como en el urbano, lo que algunos llaman “magia”, donde eso que vieron, hicieron y aprendieron, ahora lo irán a contar a su casa, con su familia, uno de los fines de la divulgación de la ciencia: relatar naturalmente lo acontecido, otra forma de participar del saber científico.
Estar bajo el influjo del enamoramiento es experimentar emociones agradables y satisfactorias, y si bien el amor no se circunscribe sólo al proceso químico de las sustancias que producimos con las emociones más intensas, es indudable que la dopamina tienen una relación directamente proporcional con la pasión del objeto del deseo. Por esta razón, sin dopamina no hay pasión ni amor, y tras la charla con la maestra Martha, afirmo: sin amor no hay ciencia.
Y así se confirma en el rostro de Martha un ¡eureka! Ella lo descubrió.