- La IBERO Puebla recibió en el campus al 70% de su matrícula de licenciatura y posgrado por primera ocasión desde la suspensión de actividades presenciales por la COVID.
Aurora Miguel Castillo dejó su hogar a los 18 años para estudiar la Licenciatura en Diseño Industrial en la IBERO Puebla. Desempacó en Villa IBERO debido a la seguridad que ofrece la residencia universitaria para foráneos en su primera experiencia fuera de casa. Su plan de vida se transformó cuando, años más tarde, tuvo que regresar de forma intermitente a su natal Oaxaca.
“Llegué a mi casa a ser la extraña”, reflexiona la joven sobre la primera etapa en la que la marea del coronavirus la arrastró, como a miles de universitarios, de vuelta a casa de sus padres. Tras sortear todas las peripecias de la vida en encierro y el insulso ser-en-el-mundo- en tiempos de pandemia, Aurora volvió a Puebla y a la Villa con la ilusión de reconectar con la gente. No obstante, el miedo al contagio permanecía latente.
Cada quién ha vivido la COVID de acuerdo a sus circunstancias. La Mtra. Mónica Palafox Guarnero, coordinadora de los Posgrados en Psicología de la IBERO Puebla, explica que la “vida en línea” ha alterado algunos procesos de desarrollo propios de la edad universitaria.
Principalmente se vieron resentidas las relaciones interpersonales, cuya erosión ha sido producto de un proceso de encierro domiciliario que derivó en un proceso de ensimismamiento. Los jóvenes, obligados a convivir únicamente a través de redes sociales y medios digitales, dejaron de lado la esencia del encuentro con otras personas; esa que Aurora ha intentado recuperar.
La incertidumbre también ha tenido implicaciones específicas: insomnio, consumo de sustancias tóxicas, ansiedad, depresión y miedos exacerbados, por nombrar solo algunas. Palafox Guarnero señala también que el sedentarismo de los últimos meses ha empeorado la posibilidad de canalizar la energía de forma saludable.
A estos retos se ha enfrentado Aurora Miguel, quien, en su condición de alumna de octavo semestre, ejerce la figura de acompañante de residencia. Sus responsabilidades en tiempos pre-COVID se centraban en fortalecer la convivencia en Villa IBERO y brindar apoyo a sus compañeros. Con las nuevas medidas de bioseguridad, la estudiante ha tenido que hacerla de policía sanitaria.
Desde la vuelta al campus en otoño 2021, la residencia redujo su aforo a la mitad, canceló varias actividades integradoras y suspendió la figura de los roomies. Además, se implementaron protocolos específicos para cuidar la salud de los cohabitantes, mismos que ponen a correr a Aurora cuando no se cumplen. “Estamos procurando que podamos seguir en la Villa”, justifica. El nuevo escenario le ha demandado redoblar su creatividad para cohesionar el espíritu comunitario.
Nueva normalidad
Así como la pandemia es una experiencia subjetiva, la universidad como vivencia también tiene impactos diversos. Tres generaciones de estudiantes iniciaron sus estudios superiores desde casa; para ellos, la urgencia por pisar el campus es mayor. Para los más experimentados, como los alumnos de posgrados, la reacción hacia la presencialidad incluye más reservas y dudas.
También ha supuesto un proceso de maduración arrítmico: mientras que a algunos la adultez les llegó de golpe, a otros los puso en la fila. Explica Mónica Palafox: “Los que iniciaron su vida [universitaria] en línea entraron en un momento de espera. Quienes ya tenían una vida independiente tuvieron que regresar y adaptarse”.
El reencuentro en los espacios universitarios ha permitido revalorizar el “contacto 3D”. Aurora confiesa haberse sentido “como niña nueva” en sus primeros días de vuelta en el campus. Una vez superado el vértigo de la novedad, ella y las personas en su círculo cercano han externado la emoción por regresar y, como repite desde su cuarto en Villa IBERO, “recuperar el tiempo perdido”.
Pero no todos los perfiles ven color de rosa la vida híbrida. Para aquellas personas cuyas circunstancias detonan angustias pasadas (depresión) o futuras (ansiedad), Palafox Guarnero recomienda realizar ejercicios que pongan en relieve la corporeidad: respiración diafragmática y meditación guiada para relajar el sistema nervioso; actividad deportiva y artística para liberar toxinas.
Por su parte, Aurora reflexiona sobre la importancia de crear, recuperar y fortalecer redes de apoyo con personas sensibles al dolor de otros. Tanto la alumna como la académica recuerdan la existencia de grupos de ayuda y de actividades extracurriculares al interior de la Universidad, así como de espacios que pueden ofrecer orientación profesional. “Siempre hay alguien que te puede ayudar”, redondea la diseñadora industrial.