Independientemente de quien en estos momentos haya obtenido la victoria tras ser elegido por la población votante como Presidente de los Estados Unidos de América, cabe hacer un recuento de las políticas que en materia de migración propusieron en campaña los candidatos del partido demócrata y republicano respectivamente.
No con el objeto de refutar o congratular a quien encabezará el próximo gobierno norteamericano, sino con la única finalidad de esclarecer los proyectos que se han vislumbrado a través de las declaraciones y acciones por parte de quienes fungieron como candidatos y, partir de ello para exhortar a las autoridades mexicanas a realizar un trabajo conjunto con el país vecino que sea justo, favorezca la relación bilateral y sobre todo respete los derechos de nuestros ciudadanos.
Si bien la bancada demócrata encabezada nuevamente por el Presidente Barack Obama no detalló las acciones que forman parte de la reforma migratoria, lo mismo ocurrió con el proyecto de la oposición republicana de Mitt Romney dejando al aire muchas incógnitas que representan un obstáculo para el desarrollo integral de la economía estadounidense, así como un grave problema que lacera, margina y penaliza a nuestros compatriotas.
Por un lado, la propuesta de Obama que tuvo lugar desde el año 2008 cuando por primera vez se lanzó a la candidatura y con la cual ganó muchos adeptos principalmente inmigrantes latinos, hasta ahora fue un fracaso como lo declaró el mismo Presidente estadounidense a causa del bloqueo interpuesto por la oposición republicana.
Fue en agosto pasado, cuando Obama apoyó e impulsó la moción «Dream act» con la que se hubiese permitido la legalización migratoria a jóvenes indocumentados, suspendiendo temporalmente por dos años las deportaciones de algunos jóvenes estudiantes que llegaron de niños al país y permanecen sin papeles.
Y a pesar de que esta ley obtuvo el apoyo de millones de latinos y la mayoría en la Cámara de Representantes y en el Senado, en la práctica no obtuvo los suficientes votos en el Senado para culminar el debate y llevarse a votación.
Por otro lado Romney habló en su campaña de la necesidad de establecer leyes migratorias justas y ejecutables, y adelantó que de llegar a la Presidencia vetaría el «Dream act», reconsideraría la deportación y posibilitaría a algunos jóvenes que estudien o trabajen.
Asimismo, se enfocó en el tema de la economía dejando de lado el tema migratorio y dejó entrever que sus políticas ayudarían a la clase más alta del país y no a las clases trabajadoras, lo que dejó mucho que decir para los votantes hispanos.
De cualquier forma, ambas propuestas lejos de atender el tema de la reforma migratoria que involucra a cerca de 50.5 millones de hispanos que viven en Estados Unidos, según el censo de 2010, y que representan al 16% de la población total, quedaron incompletas y vulnerables al respecto.
Ahora el presidente electo de Norteamérica debe retomar los términos para la legalización migratoria de jóvenes indocumentados, la deportación y la regularización de los trabajadores ilegales que residen en los Estados Unidos sin derecho a un seguro social, a la educación y demás servicios.
Sin pasar por alto que la economía de su país sigue sufriendo la recesión, el incremento paulatino de la deuda pública, el desempleo, el aumento de la población que consume drogas, el tráfico de armas y la inseguridad sobretodo en la frontera con México.
Es hora de que tanto México como Estados Unidos de América den prioridad a esta ley migratoria que desde 1996 no ha logrado más que recrudecer la situación que vive la población indocumentada con la intensificación de las medidas policiales y la aparición de los muros físicos, sociales y psicológicos que aterrorizan a las comunidades hispanas enteras.
Es hora de que nuestra autoridad gubernamental electa desempeñe un papel firme y comprometido en beneficio de los mexicanos indocumentados que han emigrado al país vecino en busca de mejores oportunidades.
Por lo que exhorto al poder Ejecutivo entrante sea persistente con la autoridad norteamericana para que se gestione a la brevedad una reforma migratoria justa, que respete los derechos de nuestros ciudadanos que trabajan, residen o que nacieron en los Estados Unidos y que viven con su padres para que tengan las mismas oportunidades laborales, de salud, educación, vivienda, recreación y esparcimiento, pero sobre todo, gocen de libertad racial y vivan en paz y con la plenitud que merecen.