El éxito del Coloquio La etnografía y los desafíos del México contemporáneo, que citó a destacados especialistas extranjeros y mexicanos en el Museo Nacional de Antropología, «fue de enorme trascendencia porque con él la antropología retoma el liderazgo dentro de las ciencias sociales a nivel nacional e internacional», expresó Teresa Franco, directora general del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) al clausurar esta jornada de reflexión.
Este acto, lejos de marcar un cierre, representa una continuidad en el impulso de esta disciplina, tal como lo ha sido desde la instauración, hace 15 años, del proyecto Etnografía de las regiones indígenas de México en el Nuevo Milenio, a través de la Coordinación Nacional de Antropología, dijo la titular de la institución.
Ante los investigadores y estudiantes reunidos en el Auditorio Jaime Torres Bodet manifestó que el INAH retoma el interés y la tarea de «elevar el liderazgo intelectual de la antropología en el horizonte de las ciencias sociales, en un país cada vez más cambiante y que nos exige superar en muchos sentidos los enfoques que el siglo XX proporcionó».
Revalorar la etnografía como una herramienta para el estudio de la diversidad, la interculturalidad y el cambio social es un planteamiento central que abordaron los investigadores a lo largo de esta semana. Por ejemplo —citó—, está el concepto de Mesoamérica, el cual deberá ser revisado para el avance de los estudios arqueológicos y antropológicos que se realizan en el país.
La presencia de connotados teóricos venidos de Estados Unidos, Argentina y Francia, entre ellos George E Marcus, Marshall Sahlins, Claudio Lomnitz, Carlos Reynoso y Christian Ghasarian, «nos da la certeza de que podemos estar en contacto y compartir desafíos, así como desentrañar el fondo de los muchos discursos de carácter antropológico que hoy están en la esfera del pensamiento», apuntó Teresa Franco.
El Coloquio La etnografía y los desafíos del México contemporáneo, que se desarrolló del 6 al 10 de octubre, cerró con «broche de oro» con la participación del doctor Marshall Sahlins, de la Universidad de Chicago, Estados Unidos, quien estableció puntos de comparación a partir de los estudios que ha realizado con sociedades polinesias y la historia de la civilización mexica.
Acompañado de Antonio Saborit, director del Museo Nacional de Antropología, el experto estadounidense conversó sobre La majestad foránea de los mexicas. Para establecer ciertas analogías, partió de la idea de «respeto que los polinesios, al igual que otros pueblos, rendían a ciertos extranjeros. Como hace poco escribí sobre reyes foráneos, podría hacer de ese el tópico de mi conferencia».
Un aspecto que marca el legendario origen de los reyes foráneos —anotó— es su superioridad cultural, ellos son los civilizadores, constructores de ciudades. Aún más significativo de la majestad foránea es el matrimonio de estos poderosos extranjeros con las mujeres del lugar, alianza que es el contrato fundamental de la nueva sociedad.
Lo anterior guarda relación con la migración de los mexicas desde Aztlan, un mítico lugar al norte, a la Cuenca de México, donde —guiados por su dios Huitzilopochtli— fundarían su ciudad, estableciendo alianzas con los culhuas para legitimarse.
«Como se ha dicho de ciertos reyes africanos, sus poderes de destrucción eran poderes de creación. Al héroe con frecuencia se le conoce asimismo por hazañas más siniestras. Tanto Quetzalcóatl como Huitzilopochtli fueron célebres por traicionar o acabar con parientes cercanos en el camino a sus respectivos reinados. Ellos eran algo diferente, no como los pueblos ordenados por el parentesco que estaban destinados a gobernar», explicó.
A su vez, continuó Marshall Sahlins, el rey foráneo, dotado de una potencia cósmica y más fuerte que la sociedad, está en posición de reorganizarla. La llegada del héroe foráneo es una misión civilizadora para sacar al pueblo aborigen de su estado original de salvajismo.
«En la tradición paradigmática mesoamericana, los chichimecas salieron de tal condición por los toltecas, en particular por Quetzalcóatl, quien introdujo maravillosos oficios», señaló.
En su opinión, en el Templo Mayor de Tenochtitlan, con sus adoratorios dedicados a Tláloc y Huitzilopochlti, deidades asociadas al agua y la guerra, quedaría expresada «la oposición entre una población indígena atada a la tierra y una aristocracia conquistadora de derivación extranjera. En contraste con el dios solar, del advenedizo dios mexica Huitzilopochtli, Tláloc era el jefe entre los viejos dioses de la tierra».
Con esta destacada ponencia, concluyó el Coloquio La etnografía y los desafíos del México contemporáneo, un evento que —en palabras de Diego Prieto, coordinador nacional de Antropología— fue también una celebración por los 15 años del proyecto Etnografía de las regiones indígenas de México en el Nuevo Milenio, fundado durante la primera gestión de Teresa Franco, al frente del INAH.
El objetivo del encuentro fue centrarse «en la reflexión detenida, cuidadosa, de lo que está pasando con la antropología en nuestro país. Un coloquio que logró impactar al gremio dada la discusión que se hizo sobre las perspectivas de la etnografía como un instrumento para dar cuenta de los fenómenos que caracterizan y preocupan a nuestra sociedad».