«Las guerras de aranceles son como las dietas extremas: empiezan con la idea de fortalecer, pero al final todos quedan más débiles y de mal humor.»
Marcus Lionel
ARANCELES ALTOS IGUAL A RECESIÓN: Históricamente, el uso agresivo de aranceles como arma comercial termina perjudicando a los propios países que los implementaron. Si bien pueden parecer una estrategia para proteger a la economía nacional, las represalias de otros países y el aumento de costos para consumidores y empresas (popularmente se le conoce como INFLACIÓN) pueden generar efectos negativos que superan los beneficios esperados.
En su soberbia narcisista, seguramente el señor Trump ignora, o pretende ignorar, que en su propio país, generador de las cuatro crisis mundiales más pronunciadas de la historia, en 1929 se aprobó la Ley de Aranceles Smoot-Hawley, aumentando los impuestos sobre más de 20,000 productos importados para, supuestamente, proteger a la industria nacional.
Igual que ahora, y en respuesta, también con un enfoque económico equivocado, países como Canadá, Reino Unido y Alemania impusieron aranceles a productos estadounidenses, reduciendo drásticamente el comercio internacional.
Ocurrió que, con menos exportaciones, muchas industrias estadounidenses que dependían de mercados extranjeros quebraron, empeorando la crisis económica. La medida visceral, en lugar de proteger la economía de EE.UU., exacerbó la recesión y llevó a una caída global del comercio de casi 65% entre 1929 y 1934.
El proteccionismo extremo no funcionó. Para 1934, EE.UU. comenzó a eliminar los aranceles y negociar acuerdos comerciales para reactivar su economía.
Por si el ejemplo parece lejano y solo material de academia, vayamos más cerca y con actores conocidos: En 2018, el gobierno de Donald Trump impuso aranceles de hasta 25% (le encanta el número) sobre más de 200,000 millones de dólares en productos chinos, argumentando que China tenía prácticas comerciales desleales y robaba propiedad intelectual. China respondió con aranceles sobre productos agrícolas y tecnológicos de EE.UU.
¿Quién ganó?, nadie, ¿quién perdió?, todos, incluso México. China dejó de comprar soya y otros productos agrícolas de EE.UU., afectando a los productores, que dependían en gran medida del mercado chino. Los productos chinos como electrónicos y maquinaria se volvieron más caros para empresas y consumidores y la incertidumbre se apoderó de los mercados globales, las inversiones y el comercio mundial se redujeran, afectando a países dependientes del comercio exterior, como México, Argentina y Brasil.
Para salir del atolladero, EE.UU. forzó a China a negociar un acuerdo comercial en 2020, muchos de los problemas estructurales persistieron y las relaciones comerciales siguen siendo tensas y por lo visto, mal enfocadas.
Biden y los demócratas suavizaron esta tensa relación, pero el inexplicable (desde el punto de vista económico y moral) regreso de Trump a la presidencia, este año de (des)gracia, ha agravado el conflicto entre China y Estados Unidos, abarcando disputas comerciales, competencia tecnológica, incrementos en gastos militares y tensiones diplomáticas. La evolución de esta confrontación tendrá implicaciones significativas para el orden mundial en los próximos años.
LA TIBIA RESPUESTA MEXICANA: Empecinado en usar los aranceles (técnicamente impuestos o gravámenes fiscales), a Mr. Trump se le ocurrió utilizarlos para presionar políticamente a sus mejores socios comerciales, Canadá y México, en aras de frenar la migración de puertas abiertas heredada de Biden y a detener la invasión de fentanilo que consumen los vecinos norteamericanos a sabiendas de que su uso mata. Y sí, lo usan y se mueren. Para Trump, el culpable es el origen y no el destino cuando en realidad es “mitad y mitad” (fifty-fifty).
Imponiéndolos un día y difiriéndolos al siguiente, unas veces de carácter general y otras selectivo, Trump ha obligado al gobierno de México a plantearse ideas (no se conocen verdaderos planes) un poco frívolas y un mucho disparatadas, como aducir violaciones a la soberanía nacional que, por la propia naturaleza de los ARANCELES INTERNOS, son materia del país que los impone a SUS CIUDADANOS, a los que, olímpicamente, les incrementa el precio de los productos importados y los obliga a discriminarlos y a sustituirlos por otros equivalentes, allá hay muchos.
Antes que una violación a la soberanía, término empleado para encender el alma patriótica y nacionalista, la imposición de aranceles por parte de Estados Unidos a México y Canadá es una flagrante violación al T-MEC. En respuesta, México y Canadá podrían iniciar el proceso de solución de controversias especificado en el propio tratado. Si se determina que los aranceles lo violan y Estados Unidos no los elimina, México y Canadá tendrían la facultad de imponer sanciones comerciales proporcionales.
Concretamente, para que los señores De la Fuente y Ebrardt lo sepan, la posición de Trump, que no del Congreso, es una abierta violación al Artículo 2.3 del T-MEC: Eliminación de Aranceles Aduaneros: Este artículo establece que ninguna de las partes incrementará aranceles existentes ni adoptará nuevos aranceles sobre bienes originarios. La imposición de un arancel adicional del 25% a productos mexicanos y canadienses constituye una violación directa de esta disposición.
Si quieren ser más contundentes, también se violenta el Artículo 10.2: Derechos Antidumping y Compensatorios: Este artículo regula la aplicación de medidas antidumping y compensatorias, las cuales deben basarse en investigaciones rigurosas y no pueden aplicarse de manera arbitraria. La imposición de aranceles sin seguir estos procedimientos contraviene las obligaciones del T-MEC.
Y el más importante, existe el Capítulo 31: Solución de Controversias, que en su Artículo 31.2: “Alcance”: establece los mecanismos para resolver disputas relacionadas con la interpretación o aplicación del tratado. La imposición unilateral de aranceles sin recurrir a estos mecanismos viola el proceso establecido para la solución de controversias.
El enfoque es muy simple, si México responde con medidas “arancelarias y no arancelarias” como sugirió la presidente el pasado martes, solo caería en la misma violación y, lo más grave para el país, encarecería, para el consumidor, el precio de los productos norteamericanos que consumimos en México, automóviles, tecnología, medicinas, productos agrícolas y gas natural encabezan la lista de artículos que, de sufrir impactos arancelarios, serían la génesis de una recesión histórica.
DE FONDO: Diferida la aplicación de los aranceles para los productos mexicanos en Estados Unidos, la supuesta y, cómo no, populista convocatoria para anunciar medidas de represalia “arancelarias y no arancelarias” (no sabemos si Plan A, B, C o D, o simplemente ocurrencia tempranera), ya no tenía razón de ser. De hecho, los dos presidentes se alabaron mutuamente y celebraron la tal posposición. Ah, pero el mecanismo de acarreo ya estaba en marcha y se celebró una pachanga cara y sin sentido para acrecentar el culto a la personalidad. La mayoría de los asistentes no sabían ni qué diablos es un arancel.
DE FORMA: Si en la pachanga dominguera se festejó el apoyo de “todo el pueblo de México” a “sea lo que sea”, ¿por qué se blindó al Palacio Nacional con vallas de tres metros de alto, tan solo un día antes, para evitar la molestia de mujeres inconformes que conmemoraron (no celebraron) su día, expresando un descontento casi general a la propuesta de que “todas llegaron a la presidencia”. A la presidencia sí, al Palacio no. Será que esas mujeres no forman parte de “todo el pueblo” que ayer celebró una pachanga musical salpicada de discursos políticos sin causa básica?. Usted tiene la palabra.
DEFORME: Mientras se frenan inversiones, se deportan delincuentes y disminuyen los recursos fiscales, esperamos el -este sí- histórico 2 de abril para saber de que humor amanece Trump y si hay o no hay aranceles y si son generales o específicos. La era de la incertidumbre se cubre de negras nubes que anuncian tempestad.