Con dos minutos continuos de aplausos alrededor de la escalinata principal del Palacio de Bellas Artes, donde descansaban sus cenizas, el dramaturgo y periodista Vicente Leñero fue despedido por familiares, autoridades, escritores, actores y amigos, un día después de su fallecimiento.
El secretario de Educación Pública, Emilio Chuayffet, encabezó la guardia de honor al ganador del Premio Nacional de Ciencias y Artes 2001, junto con el presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), Rafael Tovar y de Teresa; la directora del Instituto Nacional de Bellas Artes, María Cristina García Cepeda; las cuatro hijas del escritor, Estela, Eugenia, Isabel y Mariana; el director de Teatro Luis de Tavira y el director adjunto de la Academia Mexicana de la Lengua, Felipe Garrido.
El periodismo y la literatura fueron los dos polos de su obsesión, su búsqueda personal, dijo durante el homenaje Rafael Tovar y de Teresa.
Dedicado originalmente al periodismo, amplió luego la paleta de su escritura a la ficción y es indudable que las décadas que dedicó su esfuerzo a la búsqueda de la verdad periodística le dieron los elementos para crear una obra que se alimenta del rigor del investigador y de la autenticidad de la vida de sus personajes y situaciones. Ese círculo se fue ampliando hacia el teatro, el guión cinematográfico, el testimonio y la crónica, hasta que Leñero practicó la narrativa en todas sus formas posibles, agregó el presidente del Conaculta.
Recordó que el autor de Los albañiles y La vida que se va, así como de obras de teatro como Jesucristo Gómez, construyó una obra definida por la tenacidad, pues a pesar de las dificultades y retos que decía que le imponía la página en blanco, logró concretar muchas veces una de las tareas más complejas que puede realizar una mente humana: crear universos, perfilar historias y animar personajes.
Ante cientos de personas que acudieron espontáneamente al homenaje, Rafael Tovar y de Teresa mencionó que Vicente Leñero fue fundador de la revista Proceso y autor de 10 novelas, cuatro colecciones de cuentos, 18 guiones para cine, 14 piezas de teatro e innumerables reportajes, crónicas y textos de memorias.
Su obra revolucionaria que comenzó con la publicación de la colección de cuentos La polvareda, en 1959, quedó marcada por la búsqueda permanente, por el ejercicio crítico de la inteligencia y el deseo de narrar. La amplitud de su escritura tendió, y lo sigue haciendo, un puente hacia los jóvenes. Fueron los alumnos los que lo eligieron como maestro. Generaciones siguientes encontraron en él al guía, al ejemplo de la audacia fundamental para la creación, dijo Tovar y de Teresa.
En el vestíbulo principal del Palacio de Bellas Artes estuvieron presentes poetas, ensayistas, actores y directores de teatro, así como periodistas: Luis de Tavira, Homero Aridjis, Eduardo Lizalde, Humberto Musacchio, Julieta Egurrola, Daniel Giménez Cacho, Ignacio Solares y Carmen Aristegui, entre otros.
Luis de Tavira, director artístico de la Compañía Nacional de Teatro, dirigió unas palabras a Vicente Leñero en las que reflexionó sobre la vida y el teatro, y sobre el significado de la ausencia y el silencio.
“En este aquí y ahora, en el que brotan y se desatan un vendaval de sentimientos encontrados, sucumbimos a la vivencia de una poderosa paradoja: el que concita a las presencias, el autor, el dramaturgo hoy es quien se ausenta de esta escena, de este sueño, de esta ficción. Del teatro también hemos aprendido que el gesto más poderoso del personaje es el mutis, porque es entonces, cuando se ha ido, cuando en el estremecimiento del vacío que deja venimos a descubrir cabalmente quien ha estado entre nosotros”, subrayó De Tavira.