Hombres, Niños, Niñas, Mujeres. Iguales derechos con roles diferentes
La educación es un derecho humano fundamental, y es inherente a todos los niños y niñas. Es crucial para nuestro desarrollo como individuos y de la sociedad, y contribuye a sentar los cimientos para un futuro fructífero y productivo. La educación contribuye a mejorar la vida y a erradicar el círculo vicioso de la pobreza y la enfermedad, allanando el terreno para un desarrollo sostenible. A través de una educación básica de calidad, los niños y niñas adquieren el conocimiento y las aptitudes necesarios para adoptar formas de vida saludables, protegerse del VIH/SIDA y otras enfermedades de transmisión sexual, y asumir un papel activo en la toma de decisiones de índole social, económica y política a medida que transitan desde la adolescencia a la edad adulta. Los adultos que han recibido una formación suelen tener menos descendencia, están más informados acerca de las prácticas óptimas para criar a su progenie y se preocupan de que sus hijos e hijas comiencen la escuela a su debido momento y de que estén preparados para aprender.
Además, un método educativo basado en los derechos fundamentales puede abordar algunas de las desigualdades más arraigadas en la sociedad, debido a las cuales millones de menores de edad, en especial niñas, se ven condenados a una vida desprovista de una educación de calidad, y en consecuencia, a una vida de oportunidades perdidas.
Las desigualdades de género siguen presentes en nuestra sociedad y parecen heredarse de generación en generación. Se han dado pasos hacia la plena igualdad pero el camino que queda por recorrer aún es largo y difícil debido a que el alcanzar dicha igualdad depende a su vez de otros factores sociales, económicos y culturales. Desde un punto de vista biológico si es posible distinguir entre dos sexos, pero cuando distinguimos entre ambos de forma psicosocial estamos cayendo en la discriminación por género. El género es únicamente una realidad cultural. Los objetos (silla, coche, libro…) tienen género femenino o masculino debido a una designación puramente sociocultural, que depende de la visión de cada sociedad. Lo grave es cuando también de manera sociocultural asignamos roles a las personas en razón de su género, y tachamos de «sentimental» a las mujeres y de «duros» a los hombres. Esto lleva a que las mujeres adopten un rol más sumiso y los hombres, desde niños, asuman un papel más inflexible, menos tierno y más violento, que incluso podría no corresponderse con su verdadera personalidad pero con la que estarían socialmente obligados a identificarse. Estamos, pues, alterando la personalidad de estas personas y su rol social
La escuela puede y debe ayudar a corregir dicha manipulación socio-cultural. Dicha misión no es fácil ni pueden llevarla a cabo únicamente los profesores sin ayuda de las familias y de la sociedad en general. La inclusión en el currículo de los temas transversales pone de manifiesto la necesidad de educar en valores. Uno de los temas transversales es «La educación para la igualdad de oportunidades entre sexos», pues por increíble que parezca, aún vivimos en una sociedad machista, que discrimina a la mujer por el mero hecho de ser mujer. Pasamos pues a hablar de coeducación, que no es sino una educación basada en la igualdad y el respeto. No obstante, incluso en el ámbito escolar caemos en dichas discriminaciones ya que están profundamente arraigadas en nuestra sociedad, como cuando usamos el masculino para dirigirnos a chicos y chicas.
Cuando convivimos con niños/as desde pequeños debemos pues: Usar el «juego» para ayudar a fomentar la interacción social de ambos sexos, sin ningún tipo de discriminación en los juguetes seleccionados para cada persona, la selección de compañeros/as como parte de nuestro grupo de juego ni en el tipo de juego o actividad a realizar por cada participante. Usar el «trabajo en grupo» para poner un práctica una dinámica de clase en la que chicos y chicas se valoren por igual, se les asigne roles sin estereotipos y se espere lo mismo de ambos. Cuidar la discriminación en el lenguaje y en los materiales y libros de textos. Usar el «deporte» como vehículo para fomentar valores, actitudes y normas, ya que al practicar deporte y hacer ejercicio físico fomentamos la importancia de tomar en serio nuestra salud mental y física, establecemos normas de respeto hacia los demás como no usar la violencia, respetar turnos, y ponemos en práctica una interactuación unisex. Ya pasó de moda el que los chicos juegan al fútbol, el deporte masculino por excelencia, y las chicas al voleibol, por poner un ejemplo, pues de esta manera seguimos fomentando diferencias que provienen de hechos socioculturales como que el fútbol es un deporte de chicos por su dureza. De esta manera, asociamos dureza o violencia con chicos, de tal forma que cuando estos chicos crecen llevan consigo una carga violenta que a veces se manifiesta en «maltrato físico» hacia las mujeres, a las que ven más débiles e inferiores.
A veces la práctica de juegos o de deporte de manera discriminatoria crea hábitos de conducta discriminatorios y agresivos. Parte de estos problemas podrían evitarse con una mejor coeducación desde pequeños en el seno familiar y en el ámbito escolar. La escuela y la familia constituyen la base de nuestra educación y de ellas debemos extraer una idea clara: «Nuestros valores y patrones de comportamiento no dependen de nuestro sexo sino de la educación recibida a lo largo de nuestra vida». Los regalos o juguetes hacia una niña siempre son la muñeca, o el juego de te, con ello enviamos mensajes de : debes tener hijos, debes aprender a guisar, tu lugar es la casa, criar y procurar, y el juguete de un niño es: el soldado, la pistola, los carros, con ello enviamos mensajes formativos de: tu estas para mandar, dirigir, matar, vivir en la violencia, debes ser rudo, agresivo, generador de violencia y esos mensajes se traducen socialmente como narcotráfico, delincuencia, violencia intrafamiliar, incesto, debemos generar igualdad de genero desde la infancia para que las generaciones venideras sean fuertes y libres, no como lo es ahora una sociedad débil y manipulada.
Angélica Morales Martínez
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