Ignacio Solares más que un novelista es un historiador con una extraordinaria pluma literaria, afirmó el presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Rafael Tovar y de Teresa, en la Celebración con motivo del 70 aniversario del escritor, dramaturgo y promotor cultural realizada en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.
El homenaje, organizado por el Conaculta y el Instituto Nacional de Bellas Artes, al cual asistieron la directora general del INBA, María Cristina García Cepeda; Mirna Ortega, esposa del escritor; el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens; Rosa Beltrán, José Ramón Enríquez y Humberto Musacchio, así como los actores Jesús Ochoa, José Ramón Enríquez, Antonio Crestani y Miguel Flores, fue escenario ideal para el encuentro de escritores, pero sobre todo de amigos.
Al reconocer el trabajo del actual director de la Revista de la Universidad, Tovar y de Teresa enfatizó que “pocas páginas de la historia de México han sido escritas con una profundidad, con una agilidad y con un conocimiento de la naturaleza humana y, sobre todo, de la naturaleza mexicana como lo ha hecho Ignacio Solares en algunas de sus novelas más conocidas, como La invasión”.
“Esta novela cambió muchas de las ideas de la invasión de la guerra mexicano-norteamericana de 1847. Cuando leí el libro y los personajes en quienes basó algunas de sus novelas revolucionarias- postrevolucionarias, desde la otra visión de Madero cuando ve al Madero espiritista, cuando ve al Bernardo Reyes en esa posibilidad que hubo, cierta o no pero que le dedicamos muchas horas a platicar, de ser el sucesor natural de Porfirio Díaz o llegar a personajes como Plutarco Elías Calles”.
“En esa visión de la historia de México nosotros podemos encontrar una interpretación y una profundidad que en ocasiones no nos da la propia fuente académica; por eso estoy convencido que el más profundo historiador debe ser el escritor. Creo que no hay un gran historiador sin una gran pluma y esa es una tradición que en muchos países está muy presente y que en México es algo que se cultivó mucho durante el siglo XIX”, afirmó el titular del Conaculta sin dejar fuera los aportes de escritores del siglo XXI, como Rosa Beltrán con La corte de los ilusos, Fernando del Paso con Noticias del imperio o “con todos estos capítulos de la historia por los que ha pasado Ignacio Solares, de tal manera que este encuentro de amigos nos hace solamente poder decir unas cuantas palabras: gracias por toda tu obra, gracias por tu amistad”.
En su oportunidad, Rosa Beltrán recordó que, al lado de Ignacio Solares(Ciudad Juárez, Chihuahua, 1945), “pensamos que una tarea central del escritor y del editor y de quien difunde la cultura es descubrir a los jóvenes, pero también rescatar a quienes han sido mal leídos o no vistos por causas extraliterarias por sus contemporáneos”.
Al referirse al autor de autor de Delirium Tremens, Madero, El jefe máximo, Columbus y El sueño de Bernardo Reyes, entre otros, Rosa Beltrán recuerda que “hablábamos de lo injustamente que el mundo hispano leyó a Graham Green y del papel de fe y las instituciones religiosas y el misticismo; del cura que, en el poder y la gloria, duda en su fe y de su propio poder en un mundo abandonado de la mano de Dios”, temas que el homenajeado incluso aborda en sus novelas.
En un repaso de la trayectoria de Ignacio Solares por las diferentes redacciones, Humberto Musacchio lo mismo habló de El Heraldo de México —al lado de Luis Spota― que de la revista Claudia, donde conoció a Vicente Leñero, y después Diorama de la Cultura en Excélsior.
La literatura de Ignacio Solares se caracteriza por hablar de aspectos que aparentemente le están vedados a los humanos. “Lo único que es insoportable es la realidad real”, refirió el homenajeado tras disfrutar la lectura de unos fragmentos de la obra El jefe máximo, a cargo de los actores Jesús Ochoa, José Ramón Enríquez, Antonio Crestani y Miguel Flores.
En su participación, Ignacio Solares admitió que “estamos rodeados de otros mundos, mundos oscuros e invisibles que pueden manifestarse, pero la literatura nos permite entrever esos mundos”, incluso temas como el espiritismo, la parapsicología y lo oculto, forman parte de sus textos literarios.
El escritor aseguró estar interesado en lo oculto, “en lo que no se ve y creo que está allí, siempre me ha interesado la parapsicología, el ocultismo y todo eso derivado de una fe que me inculcaron los jesuitas, que es una fe en algo más, o sea yo creo que por más que no queramos, estamos rodeados de otro mundo y de otro mundo que puede manifestarse en cualquier momento”.
En este sentido, agregó, el papel del escritor es manifestar ese otro mundo, por ello, “me interesa todo lo que es, vamos a decirle así, fuera de lo normal, lo único que me parece insoportable es la realidad real, así, pelona, tal como la tenemos que vivir”.
Ignacio Solares refirió que por esta razón su literatura es más bien, como “una especie de mis sesiones espiritistas, porque convoco a mis personajes, que en realidad, mis personajes son los que me convocan a mí, porque yo casi diría que no los elijo, me llegan”.
El autor de más de 15 libros, sobre todo novela como El sitio, Anónimo y Nen, la inútil, así como novela histórica basada en la vida de personajes como Francisco I. Madero, Felipe Ángeles y Bernardo Reyes, apuntó que las cosas no son como las vivimos, más bien son como las recordamos; las cosas no son como las vivimos, sino como las escribimos”, aseguró el homenajeado y citó la obra de Martín Luis Guzmán, Memorias de Pancho Villa, donde la única verdad que se conoce es la del escritor, porque se carece de documentos que avalen las palabras del Centauro del Norte.
Solares ha incursionado en el teatro donde tiene 11 obras, como El problema es otro y El gran elector, además de que fue jefe de redacción de la revista Plural, director de Teatro y Danza en la UNAM, de 1994 a 1997; director del Departamento de Literatura, de 1997 a 2000, y coordinador de la dirección de Difusión Cultural de la UNAM, de 2000 a 2003.
Su amplia obra le ha valido diversos reconocimientos, como el Premio Nacional de Literatura José Fuentes Mares en 1996, el Premio Xavier Villaurrutia en 1998 por su novela El sitio, y en 2004 el Premio Mazatlán de Literatura, mientras que en 2008 recibió el Premio Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez y en 2010 el Premio Nacional de Ciencias y Artes en Lingüística y Literatura.