Y que me deja el avión.
Todo iba bien y la víspera de mi cumpleaños comenzaba con las calles teñidas de multicolor.
A las 10 de la mañana, mientras yo viajaba cual junior hacia el aeropuerto Charles de Gaulle con la intención de regresar a México a lo que quedaba de La Marcha, la Avenida Montparnasse en París se teñía de multicolor.
Todavía en el breve recorrido por la calle, alcancé a tomar fotos de los carros alegóricos que comenzaban a instalarse.
Yo suspiraba bajito entre la tristeza de no poder quedarme y la emoción de llevarme al menos las fugaces imágenes de una fiesta arcoíris que comenzaba.
Un día antes, por cualquier rincón de París, la gente hablaba del Desfile Gay. No es que les hiciera mucha gracia, pero millones de anuncios sobre las paradas de los autobuses y en las líneas del metro, anunciaban las desviaciones, los cortes a la circulación y los cambios de itinerario. No sonreían pero nadie se quejaba. Era más bien natural.
Por razones que no pienso explicar [al menos por ahora], a las 4 de la tarde yo iba nuevamente desde el hotel, hasta el aeropuerto y en medio de mi caótico tránsito por los rumbos parisinos, escuchaba la radio a bordo de un taxi.
“No creo que sea un camino fácil y tampoco que necesariamente deba ser rápido, pero durante el tiempo que ocupe le dará la oportunidad a los ciudadanos de reflexionar sobre la igualdad que necesitamos en nuestro país si es que queremos alcanzar el equilibrio y la armonía”, decía un diputado del partido socialista, acerca de la siguiente lucha del colectivo LGBTI en Francia.
Mi ansiedad se detuvo por un momento y sentí las palabras del diputado como una bocanada de aire fresco justo cuando estaba por explotar [yo, no el diputado]. Por la ventana, en una esquina, una pareja de lesbianas sostenía un globo arcoíris en forma de corazón.
Este año, La Marcha del Orgullo [La Marche des fiertés,], en Francia ya no busca el matrimonio igualitario porque éste se legalizó el 18 de mayo pasado; ahora lo que se persigue es erradicar las ‘discriminaciones cotidianas’, dotar de derechos a la población transexual y aprobar la procreación médica asistida en parejas del mismo sexo. “Vayamos hasta la igualdad total”, fue la consigna de 2013.
Mientras tanto en México, lentos, muy lentos y hasta pasivos, me atrevo a decir. Y no, me temo que no hablo de los pasivos en el buen sentido del rol, sino en el mal sentido de la apatía.
A cuenta gotas se han logrado algunas victorias [muy emblemáticas por cierto] en Oaxaca y Colima y Yucatán, producto en su mayoría de un brillante y joven abogado [Alex Alí Méndez] que recorre el país promoviendo amparos sustentados en la discriminación de la que son objeto las parejas del mismo sexo que acuden a un registro civil solicitando unirse en matrimonio y éste les es negado. Pero, en sí, el matrimonio igualitario en el país, aún no es legal, al menos no por voluntad política.
En Puebla a unos días de las elecciones, sólo una candidata a diputada le dedicó 30 segundos a temas de diversidad sexual el día de su debate, el resto, incluyendo a los aspirantes a la alcaldía de la capital, guardaron ominoso silencio. Eso sí, por debajo del agua y en lo oscurito, hubo encuentros con ciertos grupos de la comunidad LGBTI para buscar el voto. Además de oportunistas, cobardes.
En fin que si estamos esperando que nuestros próximos diputados y su buen corazón [porque ya ni hablar de su estatura política ni de su espíritu democrático] siquiera nos tomen en cuenta en la igualdad de derechos, podemos esperar sentados.
Y si no, también. Porque como activistas, sociedad civil organizada y colectivo hemos fracasado.
En Francia, La Marche des fiertés y que concentró a 600 mil personas en París, fue la sexta movilización que se hizo en un año. Las cinco anteriores se hicieron para presionar por la aprobación del matrimonio. Y se consiguió.
Porque la democracia no es un acto de magia que ocurre a partir de nuestros representantes, los diputados [y autoridades en general]. Es, o al menos debería ser, un acto [con acción incluida] de conciencia por parte de los ciudadanos, de querer ser representados de verdad.
Pero de eso nosotros, la mayoría, nos hemos olvidado.
Aquí La Marcha es un día de fiesta, y los otros 364, de olvido.
Total que perdí el avión.
Ni Marcha, ni cumpleaños.
A quién se le ocurre olvidar el pasaporte en un hotel, justo frente al que pasa el Desfile Gay?
Qué ironía!
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De la crónica de La Marcha de la Diversidad, de la auto-prescripción de hormonas en la población transexual, de una noche de tragos, baile y erecciones en un antro gay y del Pornoterrorismo, sin represión ni censura va Reversible #10 a partir de las primeras horas de este viernes y hasta el domingo. Todo un fin de semana para sumergirnos en el periodismo que salió del clóset. Hagámoslo diverso!
Pd. Una disculpa a mis miles de montañas de tres fans por la ausencia; atravesar el Atlántico no fue sencillo, sobre todo de regreso. =)