Para Débora Kozak, académica de la Universidad de Buenos Aires, las generaciones digitales, al contar con dispositivos móviles, son capaces de acceder a la información y construir conocimiento en cualquier momento y lugar.
En el auditorio Jaime Torres Bodet, del Museo Nacional de Antropología, se efectuó la mesa redonda Comportamiento lector y formación de público, que formó parte del Tercer Simposio Internacional sobre Libro electrónico.
Daniel Goldin, director de la Biblioteca Vasconcelos, en su papel de moderador planteó que hace unos años se hablaba de la muerte del lector y que actualmente ese tema no existe. «Cada vez se ven a más lectores escribiendo y leyendo, pero es difícil saber o definir qué son los lectores», expresó.
Dijo que cada vez será más difícil ver la cadena del libro en una sola dirección: la del autor al lector.
Débora Kozak consideró que en la era digital habría de centrar la atención en que la forma también es contenido. «En esta convergencia los códigos y formatos configuran en los dispositivos y tecnologías la forma de leer y escribir. Decir que esto no afecta la vida de los escritores es negar algo que está sucediendo, estos objetos de lectura, claramente resultan atractivos».
Señaló que los editores deben madurar y estudiar los códigos que marcan a las nuevas generaciones. «Es un mito que las nuevas generaciones no leen. Lo hacen con ganas y entusiasmo. Algunos especialistas manifiestan preocupación por la falta de concentración, pero más bien presentan una multiconcentración, que es la capacidad de atender varias cosas a la vez», comentó la autora del libro Escuela y TIC. Los caminos de la innovación.
En opinión de la investigadora del Cinvestav, Alejandra Pellicer, el papel del lector en la cadena del libro casi siempre se piensa como el último actor, cuando éste puede generar producción y agilidad.
«Las transformaciones y los cambios en los lectores se concentran en modos de leer, en cómo se accede a la información a través de distintos medios digitales y los tipos de enlace que permite una mayor rapidez en la búsqueda de información».
Indicó que tales condiciones le permiten al sujeto manipular varios programas a la vez, abrir varias pantallas en la red, interactuar con medios audiovisuales, pero que todas estas reflexiones darán como resultado que se llegue a conclusiones comparativas sobre cómo se lee y cuáles son las condiciones de lectura en la pantalla y en el papel.
Alejandra Pellicer dijo que frente a los comparativos de la lectura en el papel y en la pantalla subyace una mala idea sobre buenos y malos lectores. «En estas comparativas con mucha frecuencia el comportamiento del lector es confundido entre creatividad y pasividad, no se reconoce la existencias de las transformaciones del comportamiento lector».
Dijo que se sabe muy poco del comportamiento del lector en términos cualitativos y mucho en lo cuantitativo. «Todas las encuestas arrojan cifras, porcentajes, y fotografías a un público usuario en internet, pero cualitativamente se sabe poco del comportamiento del lector en términos de las reacciones frente a la textualidad, variedad de textos y formatos».
Agregó que en la medida en la que se entienda quién es y qué hace el lector activo, quizá se entienda mejor sus cadenas de consumo que revelan cómo se enlaza, relaciona, analiza y busca información tanto en papel y pantalla.
Luis González Martín, director general adjunto de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez, habló de los resultados de una investigación desarrollada por la institución en la que colabora.
Mencionó dos hipótesis que calificó como equivocadas: que las personas mayores de 60 años tendrían dificultades para apropiarse de aparatos de vía electrónica, cuando sí lo hacen y manifiestan un fuerte interés, y que para trabajar con el segmento de personas de 13 a 18 años tendrían que volcar su atención a actividades complementarias a un texto.
Rosalía Winocur, académica de la Universidad Autónoma Metropolita Xochimilco, inició su participación preguntándose, ¿los lectores son aquellos que leen libros, periódicos y revistas?
«Asociamos la lectura con ciertos lugares sacralizados y olvidamos que permanentemente estamos leyendo y escribiendo, entonces, ¿por qué no relacionar conectividad con escritura y lectura?, cuestionó.
Dijo que en leer y escribir hay una producción constante de significados y que el significado de lo que se lee le hace sentido a lo que se produce. En su opinión no sólo se necesitan nuevas preguntas, sino también nuevas perspectivas epistemológicas y enfoques metodológicos para «comprender como se adquieren hoy las competencias y las disposiciones para leer por necesidad».