Sandy el huracán que azotó hace unos días la costa este de los Estados Unidos de América y Canadá, principalmente las áreas de Nueva York y Nueva Jersey declaradas como zonas catastróficas, es tan sólo un adelanto de los fenómenos meteorológicos extremos que se desarrollarán en el futuro próximo a causa del calentamiento global.
Con más de 30 fallecidos al momento de esta edición, varias zonas costeras del noreste estadounidense bajo las aguas, 8 millones de personas sin electricidad y daños en un área de unos 1.600 kilómetros, Sandy rememora la catástrofe que arrasó con Nueva Orleans en 2005 con el huracán Katrina.
Y es que según los estudios científicos realizados en la Universidad de Copenhague, Dinamarca existe una tendencia clara al aumento de ciclones extremos cuando el clima es más cálido, es decir cuando la temperatura de la superficie del océano sea de 27º centígrados o superior, fenómeno que es cada año más frecuente e intenso provocando los efectos del cambio climático.
Aquí el tema es que el calentamiento global cada vez será más rudo, pues según las cifras de la ONU se prevé que la temperatura media de la superficie del planeta aumente entre 1.4 y 5.8 centígrados de aquí a 2100.
Es entonces cuando caben los análisis, las premisas y los acuerdos a nivel nacional e internacional para lograr no sólo retrasar este fenómeno meteorológico, sino disminuir los estragos del efecto invernadero, al igual que la formación de huracanes y sobre todo proteger la vida de la ciudadanía, el medio ambiente y las especies animales que habitan el planeta.
Lo peor de todo es que a pesar de que se habla todo el tiempo del cuidado al medio ambiente, las acciones para revertir el daño ecológico, la preserva de los recursos naturales y los altos grados de contaminación que existen, a la hora de acatar compromisos realmente efectivos no hay respuesta por parte de los países desarrollados, que paradójicamente, son los que mayor daño causan al ecosistema.
No obstante, el planeta ha tolerado todos los cambios climáticos que desde los años 80’s y hasta nuestros días se han recrudecido, pero la factura por las negligencias cometidas al rechazar los programas que internacionalmente abanderan el cuidado al medio ambiente, como lo es el Protocolo de Kyoto, se cobra de una o de otra forma, con vidas y destrozos innumerables.
Resulta ilógico que una potencia mundial desarrollada como Estados Unidos de América considere prioritario explotar al máximo su sector industrial y empresarial, así como su fortaleza y expansión económica a costas del incremento en el riesgo de pérdidas humanas por las catástrofes naturales.
Está por demás concientizar a los responsables de estas omisiones, cuando ellos mismos son quienes han optado por retirarse de dicho tratado desde 2001 durante el gobierno de George Bush quien lo declaró como ineficiente e injusto, siendo el país con apenas el 4% de la población mundial que consume alrededor del 25% de la energía fósil y es el mayor emisor de gases contaminantes del mundo.
Además de que rechazó el Protocolo de Kyoto por involucrar sólo a los países industrializados y excluir de las restricciones a algunos de los mayores emisores de gases en vías de desarrollo, en particular China e India, destacando que ello, perjudicaría gravemente la economía estadounidense.
Finalmente lo que el Protocolo de Kyoto tiene por objeto es reducir las emisiones de seis gases de efecto invernadero que causan el calentamiento global, entre ellos dióxido de carbono, gas metano y óxido nitroso en un porcentaje aproximado de al menos un 5%, dentro del periodo que va desde el año 2008 al 2012, en comparación a las emisiones del año 1990.
Por otro lado, este tratado que fue adoptado inicialmente por Japón en 1997 y que entró en vigor hasta 2005 también incluye efectos del Cáncer y el SIDA.
En definitiva que urge un cambio de decisión al respecto a fin de frenar el deterioro del medio ambiente y hacer cada vez más larga la llegada de fenómenos meteorológicos extremos como Sandy y adoptar estos tratados con responsabilidad por el bien de la población nacional y mundial.
Acertadamente México forma parte de los países que están obligados a cumplir con las medidas del Protocolo de Kyoto, por lo que resta exhortar a los países faltantes como Estados Unidos de América y Canadá a reconsiderar las causas y consecuencias fatales que conlleva omitir dicho pacto y unirse en todos sus términos por el bienestar general de la población y de las futuras generaciones que habitarán el mundo.