Se esperaba que en Santander el Madrid pusiera fin al tramo de concentración de accidentes: la derrota ante un rival de menor rango, las tánganas, las inesperadas alusiones a la selección española, las expulsiones, los culpables, con nombres y apellidos. Que El Sardinero, un territorio presuntamente amigable, donde competía en adeptos, antiguamente, con el equipo local, fuera como el estanque dorado que Osasuna fue para el Barcelona, cuando le enseñó la recta de la autopista y le dejó un carril completamente abierto para que sobrepasara el límite de velocidad. Pero Mourinho es otra cosa. Le gusta el vértigo, el cine de autor (solo si el autor es él) y construyó una alineación con protagonistas de alfombra roja (Cristiano, Benzema, Xabi, Özil) junto a actores de reparto con los que solo se cuenta en casos de gripes o resfriados (Callejón, Varane, Arbeloa). Incluso Lass tuvo el honor de ser el guardaespaldas de Xabi Alonso. Su presencia fue numérica. Juegan once, al menos de salida. Peor panorama le pinta a Kaká que ni siquiera fue titular en este reparto sorprendente de la compañía.
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El Madrid suena a hueco