
Las fotografías de Graciela Iturbide nos hacen partícipes de una manera más poética de ver el mundo y no por ello menos comprometida con la realidad, advirtió la curadora Marta Dahó al dar a conocer los detalles de la exposición retrospectiva más amplia que se ha presentado sobre el trabajo de esta fotógrafa mexicana distinguida con el Premio Hasselblad 2008.
La exposición Graciela Iturbide. Retrospectiva (1969-2008) se presenta en el Museo de Arte Moderno (MAM) a partir de este 2 de abril, gracias a la producción y patrocinio de la Fundación MAPFRE, con el apoyo del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) y el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).
Se trata de la primera revisión retrospectiva de Graciela Iturbide en un museo de México y está conformada por más de una centena de clásicos de la fotografía de Iturbide: imágenes de México, India, Italia y Estados Unidos que van desde el muy reconocido proyecto Juchitán de las mujeres, hasta el reciente El baño de Frida, además de otras obras exhibidas por primera vez en México.
En conferencia de prensa, Daniel Restrepo Manrique, director general adjunto del Instituto de Cultura de Fundación MAPFRE, explicó que en 2008 ese organismo empezó a desarrollar una programación sobre grandes fotógrafos artísticos internacionales y en el 2009 una de las exposiciones más importantes que presentaron fue la retrospectiva de Graciela Iturbide.
“Antes de venir a México, esta muestra ha sido exhibida con gran éxito en diversas sedes en España, Suiza y Latinoamérica, como las salas de Fundación MAPFRE en Madrid, el Fotomuseum en Winterthur, el Centro José Guerrero en Granada, el Casal Solleric en Palma de Mallorca, España; la Pinacoteca de São Paulo, y después del MAM llegará a Francia como parte del Festival de Arles”.
Lo especial en esta ocasión, señaló Restrepo Manrique, es que no sólo presentan la exposición en la tierra natal de la fotógrafa, sino que por primera vez se exhibe siendo Fundación MAPFRE los propietarios de la misma. “Gracias a un generoso acuerdo al que llegamos con Graciela, en condiciones muy ventajosas, nos permitió adquirir esta colección para poderla difundir en otras exposiciones posteriores”.
La fotógrafa Graciela Iturbide precisó que para ella es un honor que Fundación MAPFRE haya comprado las 180 fotografías elegidas por la curadora Marta Dahó, dentro de las cuales van algunos heliograbados y platinos. “Me encanta que las haya adquirido pues conozco sus métodos de trabajo y sé que va a ser una exposición muy bien cuidada. Es la exposición más grande que una fundación ha adquirido, aunque también tengo fotografías en el Museo Getty de Los Ángeles, en museos de diferentes partes del mundo, como en el MAM”.
Marta Dahó contó que el proyecto inició en 2005 y durante casi tres años de visitas continuas a la casa de la fotógrafa revisó el material con el objetivo de dar a conocer el trabajo de Iturbide desde una perspectiva panorámica, incluyendo desde sus primeras obras hasta las más recientes, que, subrayó, en Europa eran mucho menos conocidas que en México, pues se desconocía el trabajo que venía realizando durante los últimos 15 años.
“Esta larguísima y fructífera trayectoria difícilmente puede explicarse en términos de un proceso lineal y sincrónico. La exposición intenta transmitir e interpretar su proceso creativo. Por este motivo sigue un itinerario que no es estrictamente cronológico, sino que integra proyectos específicos con secciones temáticas que ayudan a definir cada etapa y cada momento a lo largo de su trayectoria, en la que por supuesto sus intereses han ido cambiando.
“Una de las cosas más significativas de su trabajo es que sus fotografías nos proponen mirar desde nuestra propia imaginación, siempre lo hacemos, pero creo que sus fotografías nos recuerdan lo importante que es la imaginación. Además, nos enseñan que esta imaginación no es nada más una ensoñación poética escindida de nuestro sentido crítico sobre el mundo. Sus fotografías pueden llevarnos a una visión casi mística, mientras que en otras ocasiones nos sitúan en el corazón de temas sociales y culturales.
“Son fotografías muy intensas, hipnóticas, fascinantes y a la vez están profundamente asentadas en lo real. Evocan la fragilidad de las culturas autóctonas, la diversidad cultural, el ritual entendido desde la dimensión humana y cotidiana que trasciende culturas y tradiciones, los conflictos entre tradición y modernidad. La pérdida, la ausencia, la muerte, son aspectos que suelen eludir la representación fotográfica y sin embargo en sus fotografías el objeto o el acontecimiento y su dimensión poética siempre están íntimamente entrelazados.
“Desde esta perspectiva profundamente vital, sus fotografías revelan de forma compleja el sutil encaje entre realidad y representación que conlleva siempre toda fotografía, aquello que a nosotros también nos permite ver, pensar los múltiples estratos que tiene cada imagen, y es por ello que sus fotografías nos hacen partícipes de una manera más poética de ver el mundo y no por ello menos comprometida con la realidad”, expresó la curadora.
La exposición Graciela Iturbide. Retrospectiva (1969-2008), ofrece un recorrido de imágenes en ocho núcleos temáticos: Seris: los que viven en la arena; Juchitán; México: rituales fiesta y muerte; Otras fronteras; En el nombre del Padre; El Jardín Botánico; Paisajes y objetos, y El baño de Frida.
Seris: los que viven en la arena
Con este proyecto sobre los indios seris del desierto de Sonora, que realiza en 1979 por encargo del Instituto Nacional Indigenista, Graciela Iturbide suscita una reflexión que rebasa las circunstancias específicas de esta comunidad: la escisión que produce vivir entre dos sistemas de referencias culturales casi antagónicos. Para apreciar esta escisión basta con fijarse en las miradas de los retratados, en el porte de sus cuerpos erguidos, altivos, elegantes.
Todo un compendio de actitudes que, más allá de la idiosincrasia de sus ropas, revelan su respuesta ante la injerencia de una cultura ajena que asumen, no sabemos si con estoicismo o con distante resignación. Aquí, como en su siguiente proyecto realizado en Juchitán, Iturbide adopta una posición rompedora respecto a los esquemas y principios unívocos establecidos a la hora de fotografiar una cultura que ha sido estigmatizada.
Juchitán
Su visión de las culturas autóctonas de México, sella la iniciación al mundo de la fotografía de Iturbide. Realizado entre 1979 y 1986, Juchitán de las mujeres es sin duda el trabajo que deja una huella más profunda en su carrera y la consagra a nivel internacional.
Juchitán (Istmo de Tehuantepec, Oaxaca) es el bastión de la cultura zapoteca y el símbolo de la resistencia indígena, pero es también un mundo cuyas normas sociales son en aquellos tiempos algo atípicas. Son las mujeres quienes gestionan el mercado, al que no tienen acceso los hombres, exceptuando los muxés, homosexuales travestidos que están integrados en la comunidad. En este proyecto Iturbide, da cuenta de su experiencia con los habitantes de Juchitán, especialmente con las mujeres. Lejos de ofrecer una visión idealizada o anecdótica de lo indígena, se sirve de su sentido del humor y de la ambivalencia del medio fotográfico para adentrarse en la complejidad de un orden sociocultural distinto a través de unos retratos llenos de complicidad.
México: rituales fiesta y muerte
Desde finales de los sesenta hasta la década de los años ochenta, en la obra de Iturbide predominan los retratos, fruto de los encuentros casuales en sus paseos por los mercados de Ciudad de México, así como en los numerosos viajes que emprende a las pequeñas poblaciones rurales. Es característico de esta etapa su interés por la atmósfera teatral que impregna las fiestas populares mexicanas. Se trata de celebraciones en las que confluyen los ritos católicos y las tradiciones indígenas en una gran parafernalia carnavalesca. En fotografías como Jano se puede advertir, además, cómo Iturbide se aleja de las escenas de acción para enmarcar a las personas individualmente, eliminando cualquier detalle que pudiera resultar anecdótico o efectista. De esta forma, concentra toda nuestra atención en los personajes y transmite la dimensión trágica que revelan las máscaras o el disfraz. Esta intensidad aflora también en imágenes como Novia muerte, donde no sólo pone de relieve la ironía con la que el imaginario mexicano representa la muerte, sino que acentúa el carácter surrealista de estos ritos sociales.