Woody Allen se resiste a cambiar y sin embargo sigue las reglas de juego. El director nacido en Brooklyn el 1 de diciembre de 1935 pertenece a un selecto grupo de creadores que cuentan con una extensa filmografía.
No hablemos de Alfred Hitchcock o Ingmar Bergman (el héroe de Allen), pero sí de Claude Chabrol o Jean-Luc Godard, que iniciaron sus carreras por los mismos años que Woody Allen, este y Godard son los únicos cineastas vivos de verdad prolíficos.
Medianoche en París, su largometraje número 41, revela que todavía puede ingeniárselas para sorprender al público. Es su película más propositiva desde Match Point, nada tiene de sorprendente el Oscar a Penélope Cruz -una actriz muy limitada- por Vicky Cristina Barcelona, pero sí el hecho de que la española representó el gancho por el cual Woody Allen ha obtenido financiamiento para realizar sus últimos filmes.
Lejos de Nueva York comenzó con Match Point, que resultó una película muy exitosa; la empresa española Media Pro es la que ha solventado parte de los costos de sus filmes, por tener a figuras como Cruz, Javier Bardem o Antonio Banderas en las historias -estrategia brillante de capitalizar los talentos, algo que no existe en México.
«Llevo muchos años en activo y he hecho numerosas películas que no han generado grandes beneficios, y aun así he conseguido mantenerme en el negocio gozando de una gran libertad o, mejor dicho, de una libertad total. Es una combinación de buena suerte, engaño y sobrevaloración», comentó Allen al periodista Eric Lax en el 2005 (Conversaciones con Woody Allen, Ed. Lumen).
Los temas de Allen han evolucionado, que no cambiado como muestra Medianoche en París.
La filmografía de Woody Allen aborda temas y conflictos con figuras muy definidas.
En los 70 sus películas muestran accidentadas relaciones de pareja, el obstáculo de la individualidad para que dos amantes se mantengan juntos, el hastío como un síntoma cultural, Diane Keaton interpretó perfectamente un tópico que se conoce como una «mujer Woody Allen», difícil, indecisa, irritable y fascinante a la vez en El dormilón, Annie Hall, Interiores y Manhattan; técnicamente sus cintas difieren del cine de los 60 en Hollywood, está inspirado en las corrientes europeas y sus encuadres vacíos de actores, sólo con voces, el montaje no es fragmentado sino continúo.
Para la década siguiente, los 80, Allen entra en una etapa más metafísica, quiere hacer dramas, dejar atrás sus primeros films cómicos -La muerte de Boris Brushenko, Toma el dinero y corre, Bananas-, no desea mezclar géneros (comedia-drama); se inspira en Bergman para La otra mujer, Septiembre, La rosa púrpura del Cairo y Alice: los personajes de la película quieren salirse de la pantalla para vivir la realidad, los muertos hablan, las mujeres tienen magia, los tiempos se combinan (presente-futuro, pasado); este período se encarna en el rostro de Mia Farrow.
En los 90 Allen decide experimentar con los géneros sin abandonar las relaciones de pareja y las cuestiones del azar, la suerte y lo mágico. Retoma la comedia (Poderosa afrodita), hace un musical (Todos dicen Te amo), se decide por cambiar la forma de presentar el fin de las relaciones en falsos documentales en Maridos y esposas y El gran amante.
Filmes como El beso del escorpión y El ciego, a inicios de los 2000, lo colocan como un director trillado y sin nada más que ofrecer, según la crítica especializada; justamente en este último filme, en inglés Hollywood Ending, un director de cine acabado decide irse a rodar a París «porque ahí sí valoran su obra», una visión profética que define el exilio que marca sus años recientes.
En el 2005 filma Match Point en Inglaterra, el financiamiento estadounidense es reticente y capitales extranjeros se interesan por él; desde este filme Woody Allen confía más en su experiencia y en la idea de que la realidad es una fantasía, un tiro de dados, puro azar, como si la edad le diera la concesión de hablar con tanta naturalidad de la casualidad de la vida; retoma los temas de los 80 y filma Scoop, Los inquebrantables y Conocerás al hombre de tus sueños, donde la magia y el azar definen la realidad y no la voluntad.
En su última cinta vuelve a sorprender por su visión particular del mundo, la fantasía es una forma de vivir, de existir, inventarse es una opción en un mundo donde las realidades (virtual, real-consensuada) se imponen al hombre.
No debes dejar pasar:
Annie Hall
Manhattan
Hannah y sus hermanas
La otra mujer
Maridos y esposas
Match Point
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