Europa: dos frentes distintos sobre la energía nuclear
En Europa, mientras Suecia y Bélgica destacan tanto por excluir, como por oponerse a la energía nuclear en su actividad nacional junto con Dinamarca, Grecia, Irlanda, Portugal e, incluso, Suiza. En contraparte, se encuentran Reino Unido y Francia, quienes se muestran con una postura pro nuclear con eficaces medidas de seguridad; tan sólo el país galo depende en un 80% de la energía nuclear, exporta tecnología para plantas nucleares. Hoy revalúa todas las operaciones en sus plantas. El hecho es que la energía, independientemente de que provenga de fuentes fósiles o renovables, es el detonador por excelencia para lograr crecimiento económico, sustentabilidad, innovación tecnológica y objetivos de desarrollo en cualquier país.
Alemania guarda una posición particular frente al tema energético, especialmente de abandono paulatino en lo concerniente a la energía nuclear. Después de la tragedia en Japón y la alarma nuclear de Fukushima, el gobierno alemán acordó suspender por 3 meses las centrales nucleares más antiguas del país. No obstante, luego de concluida la pasada Cumbre del G8 en Deauville, en el norte de Francia, las autoridades alemanas encabezadas por el señor Norbert Röttgen, ministro ambiental de dicho país, dieron a conocer que se desactivan por completo las siete centrales nucleares alemanas más añejas. Por si eso no fuera digno de llamar la atención, la última semana de mayo se confirmó: Alemania clausurará todas sus centrales nucleares y prescindirá de la energía nuclear para 2022, convirtiéndose en pionero mundial.
Hoy el tema en boga en dicho país es la transición de la energía nuclear a modelos energéticos bajos en carbono que relegan el uso de las fuentes fósiles, y especialmente las amenazas de catástrofes nucleares. Incluso, la prensa alemana afirma que actualmente ninguna medida de mejora en infraestructura o industrial puede llevarse a cabo sin considerar la participación de los ciudadanos, tal y como lo ejemplifican las movilizaciones antinucleares de la sociedad alemana en distintos puntos del país con el objetivo de manifestarse, informarse y participar como partes interesadas en el proceso de toma de decisiones.
El camino a la ambiciosa meta de prescindir para 2022 de la energía nuclear se remonta a 1957, fecha en que comenzó a funcionar el primer reactor nuclear en Alemania; posteriormente, en el 2000, cuando la coalición del Partido Social Demócrata (SPD), junto al Partido Verde, encabezaba el Ejecutivo alemán, siendo Canciller Gerhard Schroeder se decidió el abandono de la energía nuclear con los ejemplos de 2003 y 2005, cuando se cierra el primer y segundo reactor, respectivamente. Ese mismo año, la alianza de gobierno entre los socialdemócratas del SPD y la Unión Demócrata Cristiana (CDU), quien esta vez encabezaba la Canciller Angela Merkel, redactó un pacto al inicio de su gestión para no tocar la decisión del gobierno anterior de cerrar las plantas nucleares.
Hace un año, a pesar de que la señora Merkel mencionó las interrupciones del suministro de electricidad con el fin de prolongar las operaciones de las centrales hasta 2034, antes de clausurarlas permanentemente, hoy la misma Canciller alemana hábil y políticamente reconsidera su política energética citando a Alemania como modelo pionero en economía baja en carbono y emisiones contaminantes junto a la oportunidad singular, como ejemplo de transición energética a nivel internacional.
Para la transición se necesita modificar la manera en que se produce, distribuye y consume la energía, independientemente de las fuentes fósiles o renovables de que provenga. Ahí la experiencia y conocimiento alemán marcan la pauta, especialmente en cuestión de eficiencia y manejo de tiempo como llave de éxito.
SERGIO GARCÍA SÁNCHEZ*