Hace nueve meses, el partido en que milito, el PRI, perdió la gubernatura de Puebla, la capital de la entidad y la mayoría en el Congreso local, después de muchas décadas en que el voto de la ciudadanía decidía de manera constante que el priísmo se erigiera en la fuerza política predominante en el estado.
Es obvio que dichas derrotas del PRI no fueron producto de la casualidad o de la mala suerte, sino de prácticas y de decisiones erróneas. La debacle del partido se debió –en un alto porcentaje– a que en el proceso electoral del 2010 las candidaturas se definieron no necesariamente por los perfiles de los contendientes, su potencial de voto o su nivel de aceptación entre la ciudadanía, sino, simplemente, por su pertenencia a un determinado grupo político, lo que generó división y confrontación internas.
En este contexto, en el 2012 habrá la sucesión presidencial y en Puebla se elegirán a 2 senadores y 16 diputados federales. En consecuencia, muchos priístas tienen aspiraciones legítimas por ser postulados y es claro que todos tienen – en mayor o menor grado- la trayectoria y los méritos políticos, para obtener alguna nominación.
Sin embargo, es claro que si en las elecciones federales del 2012 o locales del 2013 el PRI estatal quiere obtener un resultado electoral diferente al de la sucesión gubernamental del 2010 o presidencial del 2006 –cuando se recibieron sendas derrotas- , su praxis política externa e interna deberá ser muy diferente.
Esto implica que a nivel nacional y local los priístas deberemos evitar que prevalezcan los caciquismos en el partido y, además, tendremos que vigilar que ningún grupo o sector –por muy poderoso que haya sido en el pasado– se apropie del instituto político o de las candidaturas. Ello tampoco implica vetar a alguien solamente por su pertenencia a determinado sector.
Al contrario, lo que se debe hacer en el partido es ser incluyentes, mantener la unidad interna y postular a candidatos ganadores, aceptados por la sociedad, limpios en su actuar público y con propuestas viables, para sacar al país del marasmo económico, político y social en que lo han sumido los más de 11 años de gobiernos federales emanados del PAN.
Si el PRI estatal en realidad quiere revertir las derrotas de julio del 2010, lo primero que debe hacer es aventar al basurero de la historia las prácticas de cacicazgos y exclusión internas. Y, sobre todo, más allá de grupos o de expresiones internas, que siempre serán minoritarias en función del propio partido y de la sociedad, también habrá que tomar en cuenta a la ciudadanía a la hora de postular a los candidatos que lo representen.
Pablo Fernández del Campo