“La globalización llega a su fin, pero mi par de zapatos “Made in China” todavía está bueno”
Stephen King
EL TRIUNFO DE LOS GLOBALIFÓBICOS: La globalización económica tiene sus raíces en la Revolución Industrial del siglo XVIII, las nuevas tecnologías y la expansión del comercio permitieron la interconexión de las economías nacionales. Sin embargo, el proceso de globalización como lo conocemos hoy comenzó a tomar forma en la segunda mitad del siglo XX.
Después de la Segunda Guerra Mundial, los países occidentales buscaron crear un sistema económico internacional que promoviera la cooperación y el libre comercio. El Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) de 1947 y el Fondo Monetario Internacional (FMI) de 1944 fueron algunos de los primeros esfuerzos para crear un sistema económico global.
En la década de 1980, la globalización económica se aceleró con la adopción de las mal llamadas políticas neoliberales en muchos países. La desregulación, la privatización y la reducción de los aranceles permitieron una mayor libertad de movimiento de bienes, servicios y capitales a través de las expandidas fronteras.
La revolución de las tecnologías de la información (TIC) en la década de 1990 permitió una mayor interconexión y coordinación de las actividades económicas a nivel global. La aparición del internet, la telefonía móvil y otros avances tecnológicos facilitaron la comunicación y el comercio entre empresas y países.
En 1995, se creó la Organización Mundial del Comercio (OMC) para reemplazar al GATT y promover la liberalización del comercio. La OMC estableció un marco para la resolución de disputas comerciales y la promoción de la cooperación económica internacional.
En la década de 2000, la globalización económica alcanzó su punto máximo. La creación de la Unión Europea, la expansión de la OMC y la integración de China en la economía global, permitieron una mayor interconexión y coordinación de las actividades económicas a nivel global, el mundo se “achicaba” y el comercio competitivo crecía.
Pero cosas tan buenas nunca suelen durar. La crisis financiera global de 2008 marcó un punto de inflexión en la globalización económica. La crisis reveló las vulnerabilidades del sistema financiero global y llevó a una revaluación de las políticas económicas y la regulación financiera.
En la década de 2010, el nacionalismo económico comenzó a ganar fuerza en muchos países. La primera elección de Donald Trump en Estados Unidos, el Brexit en el Reino Unido y el ascenso de partidos nacionalistas en Europa y otras regiones reflejaron una creciente insatisfacción con la globalización económica.
En la actualidad, la globalización económica se deteriora de manera acelerada. La creciente desigualdad económica, la pérdida de empleos en la industria manufacturera -productividad sin competitividad- y la preocupación por la seguridad nacional y la soberanía han llevado a muchos a cuestionar los beneficios de la globalización económica.
En este escenario, de tintes neoimperialistas, el mundo está experimentando cambios significativos debido a las políticas de líderes como Trump y Putin. La globalización ha sido cuestionada por varios factores, incluyendo el aumento del nacionalismo, la desigualdad económica y la creciente competencia entre las grandes potencias.
La invasión de Rusia a Ucrania, por ejemplo, ha llevado a una serie de sanciones económicas que han afectado la economía global y han llevado a algunos a cuestionar la viabilidad de la globalización en su forma actual, basada en ventajas comparativas y competitivas de beneficio interregional).
Tajantemente, la globalización en forma de bloques económicos de libre comercio está cambiando. La integración de los mercados y la interdependencia de las economías siguen siendo fuertes, pero las tres grandes potencias mundiales, Estados Unidos, China y Rusia -en ese orden- buscan un posicionamiento nacional expandido. Rusia quiere a Ucrania, Estados Unidos a Canadá y a Groenlandia y reconocen que socios como México son, para ellos, más costo que beneficio y, por lo tanto, prescindibles. ¿O no, señor Trump?
¿CONTINENTALIZACIÓN?: En este proceso de extinción, acorde con el fin de la (mal)llamada época neoliberal, hay un paso sutil pero evidente, la continentalización es una tendencia creciente que puede cambiar la forma en que se desarrolla la globalización. El narcisista señor Trump busca armar su continente de Estados Unidos hasta Groenlandia e invitando a Canadá a unirse a la Unión Americana como una estrella más.
De manera peregrina, América Latina, con la totalidad de sus países endeudados o francamente quebrados y con serias limitaciones tecnológicas y de vertebración social, busca armar un bloque continental destinado a distribuir inflación y desempleo, pues nacería en condiciones críticas.
Groenlandia es un territorio autónomo dentro del Reino de Dinamarca, ubicado en el Ártico. En el escenario de la continentalización, Groenlandia juega un papel importante debido a su ubicación estratégica y sus recursos naturales como uranio, hierro, cobre y níquel, lo que la convierte en un objetivo atractivo para las empresas mineras y los países que buscan asegurarse el acceso a estos recursos.
Con tan solo 56 mil habitantes dispersos en 2.5 millones de kilómetros cuadrados, Groenlandia es un bocado de cardenal para el egocéntrico señor Trump, por extensión casi indirecta, para los fines imperiales de nuestro ya incómodo vecino del norte.
Su mayor obstáculo es la compleja relación entre Dinamarca y Groenlandia, regulada por varios tratados y acuerdos internacionales vigentes. Pero, bueno, con un Tratado de Libre Comercio vigente, Mr. Trump ya nos anunció aranceles que lo violan flagrantemente, ¿por qué no ignorar la relación entre Groenlandia y Dinamarca?
Estados Unidos y Rusia tienen intereses estratégicos sobre Groenlandia, aparentemente es poco probable que puedan quitarle a Dinamarca el dominio sobre la isla. Cualquier intento de hacerlo sería considerado una violación del derecho internacional y probablemente sería rechazado por la comunidad internacional, comunidad que también rechaza la invasión rusa a Ucrania y la imposición de aranceles por parte de USA a México y Canadá. La opinión, pues, se queda en opinión, nada más.
Si Groenlandia cambia de dominador, el fin de la globalización está a la vuelta de Nuuk, su capital y, el neologismo “CONTINENTALIZACIÓN” cobrará fuerza y una vez más se cumplirá en la geopolítica la caótica Ley de la Entropía.
DE FONDO: El nacionalismo de Trump está más cerca del de Hitler o Mussolini que el de Milton Friedman o Margaret Teacher. El lenguaje de Hitler y Trump es eminentemente populista (en México no cantamos mal las rancheras), para conectar con sus bases y crear una sensación de urgencia y crisis. Ambos líderes promovieron políticas nacionalistas y proteccionistas, enfatizando la importancia de proteger los intereses nacionales y económicos y ambos, en sus respectivos momentos, han sido acusados de tener tendencias autoritarias, con un enfoque en el liderazgo fuerte y en la toma de decisiones sin considerar la opinión de otros. Narcisismo puro donde el resto de la gente, incluyendo los electores, no importa.
DE FORMA: El Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) informó el pasado 7 de febrero, que «el momento y la magnitud de los brotes de gripe aviar han generado un desequilibrio en la oferta nacional de huevos, con escasez en algunas regiones y disponibilidad apenas suficiente en otras». El precio medio por una docena de huevos se sitúa en cinco dólares, hay muchas zonas de Estados Unidos en las que cuesta mucho más: se llega a encontrar entre los 7.99 y los 10 dólares. En algunas regiones de Idaho y con minoristas, se vende un solo huevo en un dólar. Por lo pronto, en México no se presenta el fenómeno, o no nos lo han dicho.
DEFORME: El pasado fin de semana la gasolina alcanzó un precio record, atrás quedó la promesa de un aumento máximo igual a la inflación oficial y más atrás la promesa de ofrecer el litro a 10 pesos, su verdadero precio sin impuestos. El supuesto subsidio ¡a un impuesto! es una puntada neoliberal. ¿No que eso “era antes”?