En el marco de las celebraciones por el Día Mundial de la Alimentación, cabe retomar el quehacer, así como los programas y acciones que son aplicadas a nivel internacional por los órganos gubernamentales y asociaciones independientes a fin de combatir la desnutrición y la pobreza alimentaria en sus demarcaciones.
Para que así como las potencias mundiales que subsisten en medio de complejos escenarios de pobreza extrema y miles de muertes a causa del hambre, en México se analicen y ejecuten estrategias efectivas con las que no solo ciertos sectores tengan acceso a una alimentación básica, sino que ésta sea proporcionada de forma permanente como una garantía ciudadana.
De este modo, y según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), 870 millones de personas pasan hambre en el mundo, acentuándose el problema especialmente en África y en Oriente próximo.
No obstante y gracias a los esfuerzos realizados en el mundo, la población hambrienta se ha logrado reducir en 132 millones desde 1990 a la fecha, pero a la vez el proceso de reducción de hambre está estancado desde 2007.
Aunado a esto, como lo dio a conocer la ONU, actualmente un tercio de los alimentos que se producen en el mundo son desperdiciados, lo que se traduce en 1,300 millones de toneladas al año que se pierden sin ser aprovechados por la población que más lo necesita.
En México, de acuerdo al reporte más reciente del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), en 2010 se estimó que la población en pobreza alimentaria corresponde a 18.8% del total de la población mexicana, lo que significa que más de 4 millones de hogares no cuentan con el ingreso suficiente para comprar los bienes de la canasta básica.
Siendo Chiapas, Guerrero y Oaxaca los estados que persisten con mayores porcentajes de población en pobreza alimentaria.
Y a pesar de que en el país el panorama al respecto ha mejorado si se compara el 18.8% de 2010 con el 21.4% de personas en pobreza alimentaria que había en 1992, el reto debe ser disminuir las cifras hasta rebasar el 13.8% que se alcanzó en 2006.
Es prioritario que las autoridades en función y las dependencias involucradas en el rubro de los tres niveles gobierno den respuesta a los problemas que enfrenta la población mexicana de alimentación, nutrición y abasto de productos básicos en todas las comunidades del país.
Porque para ello, se han creado diversos programas e instituciones que comparten el objetivo de abatir el hambre y la pobreza a lo largo del territorio nacional, como el Programa de Desarrollo Humano Oportunidades, el Programa de Apoyo Alimentario (PAL), el Programa de Abasto Social de Leche (PASL), el Programa de Abasto Rural (PAR), el Programa de Alberges Escolares Indígenas (PAEI), la Estrategia Integral de Asistencia Social Alimentaria (EIASA), los Desayunos Escolares, la Atención a Menores de 5 años en Riesgo, la Asistencia Alimentaria a Familias en Desamparo y la Asistencia Alimentaria a Sujetos Vulnerables.
Sin embargo, las estrategias, programas y acciones ejecutadas por estas entidades, así como por las dependencias que las encabezan se desarrollan de forma aislada y es por ello, que sus esfuerzos no se ven reflejados en la disminución de los índices de pobreza alimentaria.
Asimismo, carecen de una estrategia integral que coordine todas las acciones de los programas federales vigentes para el logro de metas sectoriales y nacionales, a fin de unificar las políticas de alimentación y nutrición.
Por lo que es necesario replantear y simplificar los objetivos, como lo hace el programa «hambre cero» que ejecuta Brasil y que establece en 5 puntos proveer a cada persona de alimentos durante todo el año, terminar con la desnutrición de las embarazadas y los niños, lograr sistemas alimentarios sostenibles, apoyar a los pequeños campesinos, evitar pérdidas de alimentos y promover un consumo responsable.
Finalmente, nuestro país cuenta con los recursos naturales, las condiciones climatológicas, la ubicación geográfica y los espacios adecuados para hacer que el campo multiplique su producción con el apoyo económico de las autoridades gubernamentales y de esta forma, los alimentos estén al alcance de todos.
La tarea en la materia se torna laboriosa más no imposible, y menos cuando está de por medio el bienestar, la salud y el desarrollo integral de toda una nación ávida de progreso y que exige de manera persistente la mejora de su calidad de vida.