Los recientes resultados del Censo Nacional de Población y Vivienda 2010 que realizó el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) nos muestran que en los últimos 10 años ha habido cambios en las creencias religiosas de las y los mexicanos.
La religión católica tuvo un descenso en el porcentaje que va del 87.9 al 82.7 (83.9 si se excluyen los no especificados del total). En contraparte, las Iglesias evangélicas en sus diversas expresiones (protestantes históricas, pentecostales) son ahora el 7.5 por ciento de la población mexicana. Siguiendo en el rubro del cristianismo también son relevantes ahora Iglesias no clasificadas como evangélicas como son los Testigos de Jehová (1.4 por ciento), los Adventistas del Séptimo Día (0.6 por ciento) y los Mormones (0.3 por ciento).
En tanto, la Encuesta Nacional de Discriminación en México (ENADIS) 2010 revela que el 35.6 por ciento la población percibe que la religión provoca mucha división. No obstante, en comparación con otros elementos evaluados en relación a qué intensidad la religión divide a la personas, se revela que ésta no es uno de los principales elementos de polarización, ya que en primer lugar se señaló a la riqueza con un 59.6 por ciento; en segundo, a los partidos políticos con un 46.9; en tercero a la educación con 44.4 por ciento y en un 40 por ciento a la repartición de apoyos del gobierno, dejando a la religión hasta el octavo lugar.
Todas las religiones han dado un paso en torno a la dignidad y la libertad religiosa, ya que se entienden y promueven actualmente las diferencias, contrario a la lucha por imponer una sola religión. El punto que ayuda a superar el etnocentrismo ha sido el descubrir que la dignidad no está en función de una creencia o ritualidad, sino en la realización plena de cada persona.
Por ello el trabajo de cada una de ellas en temas sociales, tales como derechos humanos, asistencia a sectores vulnerables y el arduo trabajo de otras en torno a abrir nuevos horizontes en la conciencia, son signos claros de que la dignidad comienza a ser vivida más allá de doctrinas y comienza a centrarse en lo común a todos los seres humanos.
La igualdad en cuanto característica ontológica se fundamenta en la dignidad; por tanto no admite niveles ni condiciones. Sin embargo, si no se entienden las diferencias y características propias de cada grupo, se corre el riesgo de violentar la dignidad en nombre de la igualdad. La dignidad como núcleo constitutivo del ser humano, conlleva necesariamente hablar de igualdad.
En el camino de la no discriminación por cuestiones religiosas, hablar de igualdad nos lleva a un paso más adelante, en el cual se le analizará cómo la posibilidad de establecer relaciones entre los seres humanos donde la religión, al aparecer como un factor que potencializa su reconocimiento, promoverá la no discriminación.
Por otra parte, el respeto ofrece la posibilidad de compartir sanamente la diferencia y de crecer, superando la idea de respeto o tolerancia únicamente como una cuestión que pone límites, separa o controla y más bien logrando ir más allá, entrando a la posibilidad de caminos de encuentro y descubrimiento de la diversidad y posibilitando que esta misma diferencia dé frutos.
Cada religión puede tener diferentes formas de describirse como ser creado, sin embargo todas ellas coinciden en la relevancia y centralidad del ser humano y por tanto hacer valer los derechos en función de su igualdad y del respeto que debe prevalecer ante las diferencias.
De esta manera es posible crear un eje central o puntos de encuentro entre las diferentes tradiciones religiosas y desde ellas caminar hacia una sociedad sin discriminación; una sociedad justa y basada en la igualdad.
En este sentido algo va permeando en la sociedad mexicana, como lo revela otro dato de la ENADIS 2010 que destaca que casi dos terceras partes de la población (65.6 por ciento) opinan que las autoridades deben defender los derechos de los no católicos para que puedan seguir viviendo en su comunidad y sólo un 19 por ciento opina que deben ser expulsados o reubicados.
El Conapred considera que, por su naturaleza, la religión debe ser un factor que contribuya a combatir la discriminación, sin negar que de hecho en diversas ocasiones las creencias y convicciones religiosas han sido utilizadas para discriminar. En este sentido se ha iniciado un acercamiento con las distintas Iglesias y comunidades religiosas para trabajar juntos en pro de la no discriminación.
En el curso de este acercamiento a las diferentes expresiones religiosas presentes en México, a través de reuniones y de entrevistas, se han dialogado los valores comunes que animan las diversas expresiones religiosas, cuyo eje compartido y central es el respeto a la dignidad humana. Es por ello que este Consejo seguirá alentando que todas las religiones coincidan en la defensa de la igualdad que también radica en garantizar el ejercicio pleno de derechos para todas las personas.