La captación de precipitaciones pluviales es una importante fuente de abastecimiento para uso y consumo humano: es una tecnología alternativa para propiciar el desarrollo sustentable. Con ese objetivo, el coordinador del Laboratorio de Ecología y Restauración de Sistemas Acuáticos, de la Escuela de Biología de la BUAP, Ernesto Mangas Ramírez, propone impulsar un proyecto de captación, tratamiento y aprovechamiento de agua de lluvia, en el municipio de Puebla.
De acuerdo con sus estimaciones, si la ciudad capital pudiera aprovechar el agua de lluvia que escurre de los tejados, se dejaría de utilizar la red municipal de seis a siete meses al año, lo que permitiría que el acuífero poblano se recargara de manera natural, ya que cada año éste baja un metro por la sobre extracción.
El doctor Mangas Ramírez puntualizó que no se trata de construir más cisternas, sino abastecer las ya existentes con una conexión de tubería desde los techos hasta los depósitos. Por consiguiente, se mejoraría la calidad de vida de las personas, ya que este sistema de captación de precipitaciones pluviales es totalmente factible.
La viabilidad del proyecto ha sido probada en la comunidad de San José de Xacxamayo, al suroeste de la presa Manuel Ávila Camacho (Valsequillo), en el municipio de Puebla. En esta localidad, el coordinador del Laboratorio de Ecología y Restauración de Sistemas Acuáticos, de la Escuela de Biología de la BUAP, en colaboración con la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), desarrolló un proyecto de captación, tratamiento y aprovechamiento de agua de lluvia.
La captación de precipitaciones pluviales es una tecnología alternativa para propiciar el desarrollo sustentable, sobre todo en comunidades rurales que no tienen el vital líquido. En este proyecto realizado de 2013 a 2014 se construyeron 30 cisternas enterradas de 10 mil litros de capacidad cada una, que benefician a un número igual de familias. En los tejados se colocó un sistema de tuberías de PVC para dirigir el agua de lluvia a la cisterna, donde es almacenada.
Dichas cisternas, indicó el investigador, proporcionan agua durante dos meses y se llenan de dos a tres días, en época de lluvia. De esta manera, se asegura el vital líquido por 10 meses, ya que los ocho meses restantes corresponden al periodo de precipitaciones pluviales.
A pesar de que el agua de la atmósfera no está contaminada, pues al ser blanda y libre de sales como carbonato de calcio y de magnesio -compuestos corrosivos-, para garantizar su calidad y seguridad el sistema de tuberías dispone de un sedimentador y un filtro que eliminan material particulado; es decir, sólidos suspendidos que se presentan por arrastre de polvo y sedimentos como pequeños insectos.
Después del filtrado, se realiza un proceso de cloración para devolver su condición de transparencia y por otro lado eliminar cualquier microorganismo potencialmente dañino. Este proceso se efectúa una vez a la semana y la dosis de cloro depende de la cantidad del fluido almacenado, explicó Mangas Ramírez.
También como parte del proyecto, se capacitó a la población sobre la construcción, mantenimiento y limpieza de la cisterna –una vez al año antes de la temporada de lluvias-, así como en la elaboración de filtros caseros, con la intención de que las personas puedan consumir el agua de lluvia almacenada en las cisternas.
Igualmente, se instruyó a los habitantes en la producción de hortalizas en traspatio. Como el suelo de la zona es poco fértil, se llevaron unos costales de tierra, ésta se colocó sobre una lona para impedir la filtración y así cultivar brócoli, col, lechuga, cilantro, perejil, rábano, zanahoria y espinaca.