Luego de 17 entierros descubiertos a finales de abril pasado, al oriente de la ciudad de Colima, cuya cantidad sugiere se trata de un panteón prehispánico relacionado con las culturas de Occidente, arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) encontraron los restos óseos del entierro principal de la tumba de tiro hallada, así como cinco enterramientos más a su alrededor; cuya antigüedad se estima entre los 1,500 y 2,500 años.
De acuerdo con el arqueólogo del Centro INAH-Colima, Marco Zavaleta Lucido, responsable de las excavaciones, las tumbas de tiro son espacios mortuorios subterráneos, caracterizados por contener un acceso vertical de entre uno hasta 15 metros de profundidad, que desembocan en una o varias bóvedas con restos humanos y a veces ofrendas.
«En un primer momento, al interior de la tumba de tiro (de 1.2 m de profundidad) descubrimos una serie de huesos apilados en desorden, que bien podían conformar las osamentas de más de 10 individuos; sin embargo, al continuar con la excavación y retirar todos los restos óseos, nos percatamos que debajo de ellos se encontraba una capa de tierra que cubría el esqueleto semicompleto de un hombre», explicó el especialista.
«El individuo, que se calcula tenía más de 40 años de edad al momento de fallecer, estaba acompañado de una ofrenda, integrada por una olla y un cajete de cerámica en cuyos interiores se observaron algunos huesos aún no identificados; también se localizó una segunda olla globular —sin material en su interior— y una vasija en forma de tortuga con cabeza antropomorfa; así como cuatro cuentas de piedra verde (dos circulares y dos en forma de rana). Por asociación con la cerámica, se calcula que los restos óseos datan de los años 1 a 500 después de Cristo».
Dichos elementos y la deposición de los restos óseos en orden, sugiere a los especialista que la tumba fue creada para este personaje, «es decir, sería el entierro principal, en tanto que los demás huesos desarticulados quizá sólo fueron parte de su ofrenda, o enterramientos que se incorporaron posteriormente en diferentes fechas, a manera de cripta familiar», refirió Marco Zavaleta.
Rosa María Flores, antropóloga física del INAH, explicó que la osamenta se descubrió semicompleta, pues si bien están huesos como fémures, tibias, húmeros, clavículas, cúbitos, radios, vértebras, iliacos y algunas costillas, faltan restos óseos de las extremidades.
Los especialistas consideran la posibilidad de que los huesos contenidos en la olla y cajete que acompañaban al individuo, correspondan a los restos faltantes de su esqueleto, por lo que en laboratorio, una vez limpios, serán analizados para cotejar si tienen relación.
Por otra parte, a escasos dos metros de distancia de la tumba de tiro, hacia el sur, se localizó un entierro más en una fosa excavada en tepetate, donde yacía la osamenta de una mujer adulta —también de más de 40 años de edad al momento de morir— y, a cinco metros más de este enterramiento, se descubrió un segundo espacio funerario peculiar con una osamenta femenina.
«El espacio mortuorio contenía el esqueleto de una mujer adulta con una rica ofrenda, conformada por seis vasijas de cerámica rojiza a naranja, además de dos punzones de huesos de venado, que estaban a la altura del fémur izquierdo, estos últimos indican que podría tratarse de una tejedora, ya que los punzones se utilizaban para la elaboración de prendas en la época prehispánica, lo que podrá confirmarse o descartarse al momento de hacer los estudios y ubicar marcas de actividad en los huesos de manos y brazos», destacó el arqueólogo Marco Zavaleta.
Por su parte, la antropóloga Flores señaló que la osamenta se descubrió totalmente extendida y boca abajo, con las manos a la altura de la pelvis, posición que únicamente otro esqueleto femenino posee, el cual fue localizado en el área Este, a cuatro metros de la tumba de tiro; su ofrenda consistía en una vasija trípode de cerámica ubicada a sus pies, así como la mano de un metate al nivel del cráneo.
Simultáneamente, a dos metros de distancia de la tumba de tiro, en la parte Este, se encontraron dos entierros más muy deteriorados debido a la compactación de la tierra. Uno de tipo infantil (de entre 0 a 3 años al fallecer) sin ofrenda; y el segundo con la osamenta extendida de una mujer, cuyo único artefacto de acompañamiento era una mandíbula de perro localizada al nivel del cráneo. Los restos humanos han sido fechados, preliminarmente, entre 600 a.C. y 500 d.C.
Debido a las vastas evidencias de material cerámico y de marcadores de entierro —aglomeraciones de piedras utilizadas para cubrirlos— que hay en el área Este, las excavaciones continuarán en esta parte, y se extenderán al oeste de la tumba de tiro, de manera que las labores de investigación y salvamento arqueológico seguirán a lo largo de este mes.