Hoy se cumplen 73 años de que el pueblo mexicano se volcó a las calles a apoyar entusiastamente al Presidente Lázaro Cárdenas, quien momentos antes había comunicado a través de una emisión de radio, su decisión de expropiar la industria petrolera en manos de compañías extranjeras. El entusiasmo popular no paró ahí; en días posteriores, se formaron largas filas para aportar lo más modesto, pero con el corazón henchido de nacionalismo, para el pago de la indemnización a las empresas expropiadas.
Se daba fin así, de una serie de injusticias y permanente saqueo de petróleo que se había concedido gratuitamente desde el gobierno de Porfirio Díaz, y que las empresas extranjeras, principalmente estadounidenses e inglesas, habían aprovechado para despojar impunemente a los campesinos de sus tierras con yacimientos petroleros. Los mexicanos no se beneficiaban con el saqueo petrolero, por el contrario, las zonas de explotación de los pozos del llamado oro negro, eran zonas insalubres con proliferación de paludismo, intensa miseria en criminales condiciones sanitarias y salarios mucho más abajo que los correspondientemente pagados en otros países.
A los pocos años de la expropiación petrolera, el entusiasmo y esperanza de millones de mexicanos se desvaneció y se convirtió en amargura al ver que los beneficios eran sólo para unos cuantos, una casta política y burguesa que gozaba de la entrega de esa riqueza nacional no renovable a intereses extranjeros.
Los mexicanos hemos soportado durante 73 años el saqueo de nuestra riqueza petrolera, de hacernos creer que se agota y se justifica así la importación de combustibles como gasolinas que sube cada mes más y más. Ahora se nos dice que para explotar los mantos petroleros, se requiere de abrir las puertas al capital privado, mientras la empresa Petróleos mexicanos (PEMEX), es de las más endeudadas y está en quiebra.
Se nos ha dicho que el petróleo es nuestro. Ha sido el engaño más cínico, porque sus divisas multimillonarias sólo han servido para favorecer fiscalmente a empresas improductivas o saqueadoras de capitales, y todos los mexicanos estamos pagando las consecuencias del saqueo, la mala administración y la corrupción.