Como en ningún otro momento de la historia de México, el poema de amor a nuestro país La suave patria, de Ramón López Velarde, es vigente, necesario conocerlo y difundirlo a través de los medios actuales de comunicación.
El poema, estará disponible en la página del Programa Nacional Salas de Lectura (www.salasdelectura.conaculta.gob.mx), a lo largo de la semana se podrán escuchar las versiones que de Eduardo Lizalde, por cortesía de la Fonoteca Nacional , y Guillermo Sheridan, gracias al Fondo de Cultura Económica.
La directora adjunta de Fomento de la Lectura y el Libro del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA), Socorro Venegas, consideró que el texto es una mirada de amor profundo a nuestro entorno, “una manera de recordarnos la belleza y valor de lo que nos rodea.
“De ahí su vigencia e importancia, pues efectivamente, para las nuevas generaciones el texto es un recurso para volver a enamorarse de nuestro país. Por ello CONACULTA, a través de la Dirección de Publicaciones, han preparado estas actividades conmemorativas”.
Detalló que se eligieron soportes tecnológicos como el Internet para difundir el poema de López Velarde porque para los jóvenes es recurso cotidiano de comunicación, además y desde luego, por el alcance mundial que tiene.
A partir del 24 de abril, también estará disponible en la página del Programa Nacional Salas de Lectura, el texto íntegro del poema, mientras que la lectura del mismo cambiará cada semana, primero estará disponible en la voz de Aura, posteriormente la versión de Lizalde y concluirá con la de Sheridan.
En cuanto a medios impresos, Venegas dio a conocer que está disponible en las librerías y bibliotecas del Conaculta un póster que contiene el poema de López Velarde.
“Esta versión aparecerá en junio próximo, su distribución, a nivel nacional, será gratuita y a través de las salas de lectura, bibliotecas y casas de cultura de los estados; contendrá la versión del manuscrito que realizó López Velarde, el cual terminó el 24 de abril de hace 90 años.
“De esta manera, la conmoración de este aniversario, que coincide con otros muy importantes como el treceavo luctuoso de Octavio Paz, se prolongará por varios meses durante este año, para buscar con ello tener el mayor impacto posible, sobre todo en los jóvenes de nuestro país”.
Referencias a la publicación de La suave patria.
Hay consenso entre los estudiosos sobre el origen de La suave patria, que apareció por primera ocasión en la revista El Maestro, de José Vasconcelos, que divulgó este poema por todos los rincones del continente.
El texto del poeta zacatecano, que nació en 1888, tuvo una primera referencia en el artículo Novedad de la patria, que escribió López Velarde en 1921, según lo señala José Emilio Pacheco en sus investigaciones.
Por su parte, José Luis Martínez señala que al iniciarse 1921, el autor comenzó la redacción del artículo y del poema, terminando primero aquél y poco tiempo después La suave patria.
A pesar de ello, Pacheco afirma, basándose en una crónica de José Natividad Rosales, que a López Velarde le tomó dos años terminar La suave patria, cuyo proceso de escritura corrió de 1919 al 24 de abril de 1921.
Lo anterior significa que la gestación fue a la inversa, es decir, del poema nació el artículo Novedad de la patria, que fue compilado en el libro El minutero, y que ofrece múltiples coincidencias con el poema, la más importante de ellas, refiere al concepto de patria.
López Velarde conoció a Francisco I. Madero cuando iniciaba su lucha en San Luis Potosí. Durante este periodo (1910), al tiempo que estudiaba Jurisprudencia, colaboró como secretario en un centro antirreeleccionista y participó en la redacción del Plan de San Luis.
Era un conservador moderado. Se consideraba a sí mismo un reaccionario. Militó en el Partido Católico Nacional del cual fue candidato a diputado. Hacia el final de su vida abrazó los ideales del carrancismo y formó parte de su gobierno.
Suave Patria.
Yo que sólo canté de la exquisita
partitura del íntimo decoro,
alzo hoy la voz a la mitad del foro
a la manera del tenor que imita
la gutural modulación del bajo
para cortar a la epopeya un gajo.
Navegaré por las olas civiles
con remos que no pesan, porque van
como los brazos del correo chuan
que remaba la Mancha con fusiles.
Diré con una épica sordina:
la Patria es impecable y diamantina.
Suave Patria: permite que te envuelva
en la más honda música de selva
con que me modelaste por entero
al golpe cadencioso de las hachas,
entre risas y gritos de muchachas
y pájaros de oficio carpintero.
Patria: tu superficie es el maíz,
tus minas el palacio del Rey de Oros,
y tu cielo, las garzas en desliz
y el relámpago verde de los loros.
El Niño Dios te escrituró un establo
y los veneros del petróleo el diablo.
Sobre tu Capital, cada hora vuela
ojerosa y pintada, en carretela;
y en tu provincia, del reloj en vela
que rondan los palomos colipavos,
las campanadas caen como centavos.
Patria: tu mutilado territorio
se viste de percal y de abalorio.
Suave Patria: tu casa todavía
es tan grande, que el tren va por la vía
como aguinaldo de juguetería.
Y en el barullo de las estaciones,
con tu mirada de mestiza, pones
la inmensidad sobre los corazones.
¿Quién, en la noche que asusta a la rana,
no miró, antes de saber del vicio,
del brazo de su novia, la galana
pólvora de los juegos de artificio?
Suave Patria: en tu tórrido festín
luces policromías de delfín,
y con tu pelo rubio se desposa
el alma, equilibrista chuparrosa,
y a tus dos trenzas de tabaco sabe
ofrendar aguamiel toda mi briosa
raza de bailadores de jarabe.
Tu barro suena a plata, y en tu puño
su sonora miseria es alcancía;
y por las madrugadas del terruño,
en calles como espejos se vacía
el santo olor de la panadería.
Cuando nacemos, nos regalas notas,
después, un paraíso de compotas,
y luego te regalas toda entera
suave Patria, alacena y pajarera.
Al triste y al feliz dices que sí,
que en tu lengua de amor prueben de ti
la picadura del ajonjolí.
¡Y tu cielo nupcial, que cuando truena
de deleites frenéticos nos llena!
Trueno de nuestras nubes, que nos baña
de locura, enloquece a la montaña,
requiebra a la mujer, sana al lunático,
incorpora a los muertos, pide el Viático,
y al fin derrumba las madererías
de Dios, sobre las tierras labrantías.
Trueno del temporal: oigo en tus quejas
crujir los esqueletos en parejas,
oigo lo que se fue, lo que aún no toco
y la hora actual con su vientre de coco.
Y oigo en el brinco de tu ida y venida,
oh trueno, la ruleta de mi vida.
(Cuauhtémoc)
Joven abuelo: escúchame loarte,
único héroe a la altura del arte.
Anacrónicamente, absurdamente,
a tu nopal inclínase el rosal;
al idioma del blanco, tú lo imantas
y es surtidor de católica fuente
que de responsos llena el victorial
zócalo de cenizas de tus plantas.
No como a César el rubor patricio
te cubre el rostro en medio del suplicio;
tu cabeza desnuda se nos queda,
hemisféricamente de moneda.
Moneda espiritual en que se fragua
todo lo que sufriste: la piragua
prisionera , al azoro de tus crías,
el sollozar de tus mitologías,
la Malinche , los ídolos a nado,
y por encima, haberte desatado
del pecho curvo de la emperatriz
como del pecho de una codorniz.
Suave Patria: tú vales por el río
de las virtudes de tu mujerío.
Tus hijas atraviesan como hadas,
o destilando un invisible alcohol,
vestidas con las redes de tu sol,
cruzan como botellas alambradas.
Suave Patria: te amo no cual mito,
sino por tu verdad de pan bendito;
como a niña que asoma por la reja
con la blusa corrida hasta la oreja
y la falda bajada hasta el huesito.
Inaccesible al deshonor, floreces;
creeré en ti, mientras una mejicana
en su tápalo lleve los dobleces
de la tienda, a las seis de la mañana,
y al estrenar su lujo, quede lleno
el país, del aroma del estreno.
Como la sota moza, Patria mía,
en piso de metal, vives al día,
de milagros, como la lotería.
Tu imagen, el Palacio Nacional,
con tu misma grandeza y con tu igual
estatura de niño y de dedal.
Te dará, frente al hambre y al obús,
un higo San Felipe de Jesús.
Suave Patria, vendedora de chía:
quiero raptarte en la cuaresma opaca,
sobre un garañón, y con matraca,
y entre los tiros de la policía.
Tus entrañas no niegan un asilo
para el ave que el párvulo sepulta
en una caja de carretes de hilo,
y nuestra juventud, llorando, oculta
dentro de ti el cadáver hecho poma
de aves que hablan nuestro mismo idioma.
Si me ahogo en tus julios, a mí baja
desde el vergel de tu peinado denso
frescura de rebozo y de tinaja,
y si tirito, dejas que me arrope
en tu respiración azul de incienso
y en tus carnosos labios de rompope.
Por tu balcón de palmas bendecidas
el Domingo de Ramos, yo desfilo
lleno de sombra, porque tú trepidas.
Quieren morir tu ánima y tu estilo,
cual muriéndose van las cantadoras
que en las ferias, con el bravío pecho
empitonando la camisa, han hecho
la lujuria y el ritmo de las horas.
Patria, te doy de tu dicha la clave:
sé siempre igual, fiel a tu espejo diario;
cincuenta veces es igual el AVE
taladrada en el hilo del rosario,
y es más feliz que tú, Patria suave.
Sé igual y fiel; pupilas de abandono;
sedienta voz, la trigarante faja
en tus pechugas al vapor; y un trono
a la intemperie, cual una sonaja:
la carretera alegórica de paja.