Con el pitido final los madridistas bajaron la cabeza y enfilaron los vestuarios. Lo hizo Casillas desde su área, lo hicieron el resto desde el campo rival, donde se defendían ya sin ganas ni intención. Se marcharon, prestos, animados por los gestos de Pepe, que reclamaba una retirada rápida. No hubo ni una felicitación. Es más, fue Guardiola el que se dirigió a Benzema para darle la enhorabuena. El mundo al revés. Fue el único buen gesto. Los minutos finales del partido ofrecieron la peor cara del fútbol español. Una trifulca fea, entre jugadores titulares y suplentes, técnicos y cualquiera que se acercara a la banda. Dos tarjetas rojas a dos hombres que ya ni siquiera estaban jugando, Villa y Özil. Y un entrenador que no se dedica a dar ejemplo. Se dejó caer por allí José Mourinho. El técnico del Madrid terminó metiendo un dedo en el ojo del segundo de Pep Guardiola, Tito Vilanova, que le respondió con un empujón.
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"El fútbol es para hombres"