El próximo Papa necesitará en todas las votaciones la mayoría de los dos tercio de los votos de los cardenales asistentes al Cónclave para ser elegido, que será convocado a partir del 28 de febrero, una vez sea firme la renuncia de Benedicto XVI.
Así lo contempla la Constitución Apostólica «Universi Dominici Gregis», que señala que si en el caso de que en la elección del Papa se perpetrara el delito de simonía (comprar los votos) todos los culpables serán excomulgados, pero el voto será válido.
También se prevé que los cardenales electores deberán abstenerse de toda forma de pactos, acuerdos, promesas u otros compromisos de cualquier género que les puedan obligar a dar o negar el voto a otros. Si eso sucediera, el compromiso adquirido sería nulo y nadie estará obligado a observarlo.
Los cardenales tampoco pueden hacer capitulaciones antes de la elección.
Hasta ahora, para elegir a un Papa eran necesarias en las primeras votaciones al menos dos tercios de los sufragios, pero si después del décimo tercer día, es decir en la 33 ó 34 votación, ningún candidato obtenía la mayoría de los dos tercios se pasaba a la mayoría simple y el futuro Papa era elegido entre los dos cardenales más votados.
El cónclave comenzará en la fecha que se fije, tras una misa solemne que se celebrará en la Basílica de San Pedro del Vaticano, llamado Misa votiva «Pro eligendo Papa», a la que asistirán todos los fieles que lo deseen, así como el Cuerpo Diplomático.
Después, a la hora prevista, los cardenales se dirigirán desde la Capilla Paulina, en procesión, hacia la Capilla Sixtina, recitando las letanías.
La Capilla Sixtina sigue siendo el lugar para la elección y todo lo que se haga o diga allí durante el Cónclave es secreto.
Los cardenales entrarán recitando unas letanías y cantaron el «Veni Creator Spiritus», con el que invocarán la ayuda del Espíritu Santo. A continuación se procederá al juramento por el que se comprometerán a mantener el secreto de todo lo que se diga o haga en el Cónclave.
Después, el Maestro de Ceremonias Pontificias pronunciará la frase «extra omnes» y todos los ajenos al cónclave saldrán de la Capilla.
Ya en ese primer día puede realizarse la primera votación. Si no se elige papa, en los siguientes días se procede a dos votaciones por la mañana y otras dos por la tarde.
La normativa establece que después de tres días de escrutinios sin resultados positivos, las votaciones se suspendan durante un día para hacer una pausa de oración y coloquio entre los votantes.
Tras ese día de pausa volverán a celebrarse otros siete escrutinios y si se sigue sin elegir Papa se efectuará otro descanso y se volverán a hacer otros siete escrutinios. Si se sigue igual, habrá nueva pausa y, de nuevo, otras siete votaciones. Y así se llegaba al 33 o 34 escrutinio (dependiendo si el primer día se vota o no).
A partir de ese momento, hasta ahora, se pasaba a elegir Papa entre los dos cardenales que en el último escrutinio hubieran obtenido el mayor número de votos. La normativa exigía que el elegido lo fuera por mayoría absoluta (la mitad más uno).
Esto lo cambió hace varios años Benedicto XVI, que estableció que ya en el cónclave que elija a su sucesor serán necesarios los dos tercios de los votos en todos los eventuales escrutinios.
También estableció que si se llega al voto entre los dos más votados, éstos no podrán participar en la votación.
Una vez elegido, el cardenal decano en nombre de todo el colegio pide su consentimiento al elegido con las palabras: «¿Aceptas tu elección canónica para Sumo Pontífice?».
Dado el consentimiento se le pregunta cómo quiere ser llamado y después el Maestro de Ceremonias levanta acta.
Finalmente se anunciará al mundo con la fórmula: «Habemus Papam».
El Colegio Cardenalicio está compuesto por 209 miembros, de los que 118 tiene menos de 80 años, por lo que podrán elegir papa en el próximo cónclave, y 91 octogenarios, que no pueden votar pero sí pueden ser elegidos Pontífice.